¡Qué ingenua fui al pensar que podías dejar de ser el mundo entero para convertirte en una isla! Hay personas que han escarbado de un modo tan profundo en tu interior que da igual cómo y cuándo se reactiven, lo hacen por todo lo alto.
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¡Qué ingenua fui al pensar que podías dejar de ser el mundo entero para convertirte en una isla! Hay personas que han escarbado de un modo tan profundo en tu interior que da igual cómo y cuándo se reactiven, lo hacen por todo lo alto.
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Tu respiración se agitó y yo me di cuenta de que vivir mil vidas en una me había servido para ser consciente de que algo no cambiaba. Mi lugar favorito ha sido, es y será encontrarte de nuevo en cada una de ellas.
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La traición es la grieta que se forma al apoyar el pie en la superficie de un lago helado. Un aviso. Vuelve a casa y cuídate. No sigas andando o el suelo se desvanecerá y el agua te tragará para congelarte en sus profundidades. Señales que ignoré al continuar caminando. Me sentía intocable y olvidé que la espuma se evapora y que no me sabía manejar con el frío.
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Somos más momentos que carne y hueso. Eso es lo que comprobamos al dejar de respirar, si hemos conseguido convertirnos en instantes para, de algún modo, continuar existiendo.
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Me gustó eso. No el hecho de que un par de desconocidos me repasase sin pudor como si tuviesen derecho y yo tuviese que sentirme halagada. Me gustó que no hiciese falta un interés añadido ni cualquiera de las cosas que pensaba la gente que nos rodeaba para que nos respetásemos, nos protegiésemos y nos cuidásemos como dos personas que comparten mundo y saben que solo así este será mejor. Me gustó que todo el universo fuese ruido y nosotros, la música que no alcanzaba a escuchar.
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Fue necesario más de un viaje en autobús para... Para todo lo que provocaste, porque tú fuiste revolución sin necesidad de ser abrazo. Agua en el desierto. Sonrisa en el fondo del mar.
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No hay mujeres buenas y mujeres malas. Hay mujeres. Y todas deben ser respetadas.
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En la calle llovía a mares... Y a ella le encantaba la lluvia. Quise creer, y creo, que, si el universo es justo, se le permitió un último deseo, convertirse en gotas, y por eso cuando impactaron contra mi cuerpecillo tembloroso, extrañamente, me calmé. Respiré. En el mundo nunca dejaría de haber tormentas y, gracias a ellas, no podría olvidarla.
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¿Sabes una cosa? El miedo es irracional. Bloquea y paraliza. Como el amor, solo que con uno crees que vas a morir y con el otro, que vivirás más allá de los límites físicos, en otra persona. No diriges a ninguno ni mandas en lo que te provoca, ya sea el vértigo de apretarte contra la fría pared o los pasos que te llevan a lanzarte a los brazos de otra persona sin saber si te encontrarás agua, calor o suelo. Dolor o confort. El miedo y el amor no hacen vulnerables y es ahí donde reside la maravilla de ser humanos. Podemos rompernos. También recompenernos. Ser diferentes y no un bloque inanimado de roca que ha alcanzado su única forma.
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...porque creemos que hay actitudes que se quedaron en siglos pasados y solo persisten en personas enrevesadas y consumidas en la rabia racista. Es mentira. El japonés no fue el único, hubo más miradas que se enredaron en nosotros, como si nuestras diferencias, un color y estatus social, pesasen más en la balanza que una de las tantas semejanzas que se podían rescatar. Éramos personas que compartían tiempo y, quiero pensar, que dejaban fluir sentimientos sin enterarse.
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Manolito ...