Dioses, monstruos y el Melocotones de la suerte

Estamos destruyendo este planeta. Incluso los negacionistas lo saben, aunque su cobardía o intereses particulares les impidan admitirlo. Llegará un día en el que una generación deberá afrontar directamente las consecuencias de la irresponsabilidad de las anteriores. La desertización será imparable y puede que, en algunas regiones, la superficie terrestre se vuelva inhabitable. Además, los jinetes del apocalipsis nunca cabalgan solos y es muy probable que los cambios geológicos o climáticos vengan acompañados; nuevos virus (o no tan nuevos) entrarán en escena y la humanidad no estará preparada para combatir en todos los frentes.

Imaginad que, en uno de los peores escenarios posibles, la población que no sucumbiese a la catástrofe se viese obligada a refugiarse bajo tierra. Que solo la ciencia y la tecnología pudiese ayudarles a lidiar con las secuelas físicas de las enfermedades. Que prótesis cibernéticas reemplazasen los miembros dañados y sus sistemas endocrinos necesitasen de computadoras para regular los procesos fisiológicos y hormonales. ¿Seguirían sintiéndose humanos?

Cuando llegue el transhumanismo es posible que incluso nuestra apariencia cambie ¿Qué nos impedirá copiar el diseño de animales más perfectos y poderosos? Por tanto, no sería de extrañar que una generación como la que estamos planteando, tan castigada y diferente de todas las anteriores (y posteriores), sintiese cierto rencor (o puede que rivalidad) hacia quienes no fuesen como ellos.

Un futuro así de desolador es posible. Y su deriva, impredecible. Pero si algo tenemos claro es que los poderes económicos y políticos nunca renunciarán a su posición de privilegio. Encontrarían la forma de seguir moviendo los hilos y siendo indispensables incluso en las situaciones más críticas. Lo peor es que la inmensa mayoría de nosotros pensamos que si las grandes corporaciones llegasen a controlar tecnologías capaces de revertir una situación tan extrema o paliar sus efectos, antepondrían sus intereses particulares a los generales ¿Estaremos en un error?


En el año 2267 la Tierra es prácticamente inhabitable. La sociedad se divide entre “bebés de la plaga” y “bebés gordos”. Los primeros sufrieron la catástrofe que los llevó a refugiarse bajo tierra, tuvieron que reemplazar sus miembros dañados por prótesis mecánicas y arrastran secuelas físicas importantes e incurables. Los segundos, nacidos en el nuevo sistema, son más grandes y sanos, aunque no están mejor adaptados al medio. Entre ambas generaciones existe cierta rivalidad o rechazo.
Parte de la humanidad trata de volver, poco a poco, a la superficie. La recuperación de los grandes ríos es fundamental en la mejora del ecosistema, pero todos los proyectos necesitan financiación de los grandes bancos. Estos, ejerciendo un poder casi absoluto, controlan la tecnología que permite los viajes en el tiempo y solo parecen interesados en obtener beneficios enviando turistas al pasado. Nada de lo que se haga siglos atrás, dicen, podría cambiar el presente pues, según afirman los físicos a su servicio, las líneas temporales que visitan colapsan al ser abandonadas.
En este contexto Minh, una “bebé de la plaga” de 83 años cuyas piernas han sido sustituidas por seis apéndices tentaculares, es elegida para liderar una expedición a la Mesopotamia de la Edad del Bronce. El estudio del Tigris y el Éufrates podría ser fundamental para mejorar las condiciones de vida de los suyos.


¿Recordáis la diferencia que hacía Aristóteles entre potencia y acto? Es imposible leer esta novela sin hacerlo. Sin sentir que Dioses, monstruos y el Melocotones de la suerte podría haber sido fabulosa, pero se ha quedado en el simple esbozo de algo más grande. La premisa de la que parte es magnífica. Tanto la sociedad planteada como las numerosas menciones a una pandemia y un cataclismo medioambiental, ejercen una poderosa atracción en el lector. Además, breves pasajes protagonizados por Shulgi (rey de Ur) abren cada capítulo presagiando acción e intrigas palaciegas. Pero eso es todo: Kelly Robson dedica más de la mitad del texto a los “tira y afloja” burocráticos que debe salvar la protagonista para hacerse con el proyecto. Ninguno de los aspectos fundamentales de la historia, ni siquiera la tecnología empleada en los viajes temporales o las causas de “la plaga”, son explicados. Las relaciones entre personajes y la evolución de cada uno de ellos, quedan bien retratadas. Pero esto no explica los premios que la novela ha ganado o de los que ha sido finalista. Y el final es tan abierto que solo puede justificarse si entendemos que estamos ante el prólogo de una saga. Pero, a día de hoy, no parece haber noticias de ninguna continuación.

Siento no poder recomendaros esta obra con el mismo entusiasmo que la mayoría de las que he reseñado. Me duele especialmente por lo mucho que me gusta el trabajo de la editorial Pulpture. ¿Estoy diciendo entonces que no leáis el libro? No. Si se trata del posicionamiento inicial de las piezas en el tablero, el desarrollo puede ser magnífico. Pero si no vais a esperar a ver si se publica una segunda parte, sabed lo que encontraréis. No es, en absoluto, una mala opción si os dejáis atrapar por un apocalipsis como nunca os habíais imaginado. Pero tendréis que contener vuestras ganas de más al llegar a la última página.
Enlace: https://elyunquedehefesto.bl..

Minh pertenece a la primera generación que surgió después del caos que azotó la tierra, esta generación abandonó el infierno subterráneo donde se asentaron en un intento por restaurar la forma de vida tradicional. Pueden restaurar el ecosistema, pero por un tiempo el banco deja de financiar sus proyectos, porque ¿por qué invertir en algo que tarda años en dar sus frutos, cuando se puede ... retroceder en el tiempo y verlo con sus propios ojos? Ahora, un posible trabajo le permitirá a Minh pensar en sus principios y su más sincero odio por los viajes en el tiempo: la oportunidad de regresar a Mesopotamia y estudiar directamente el Tigris y el Éufrates, con la esperanza de estar en un planeta desolado en el futuro y restaurarlo. Ella, sus seis piernas y un pequeño equipo tendrán que lidiar con tribus mesopotámicas, supersticiosas y violentas, poner animales pequeños en frascos, tomar muestras por todas partes y tratar de no dejar que las compañías de viajes temporales se desvíen implacablemente. Ni hagan algo que no este en sus principios.
Todo me resultó muy lioso al principio, pero poco a poco vamos entendiendo el porque los inicios de capítulos son asi. E incluso vemos como en otra realidad, la ambición y el creerse mejor que nadie y que solo se puede uno regir por unas reglas que imponen los que no les importa nada nadie, ni siquiera la vida de otros, tambien forma parte de ella.
Ahora mi duda es, ¿habrá segunda parte? Su final me pareció algo ambiguo y me dió la sensación de que deja algo en el aire.

La autora tiene una forma de escribir un poco liosa, quizá también agravada por la traducción, en la que nos hace una introducción al principio de los capítulos y luego comienza la historia de Minh, esto se entiende hacia el final del libro, pero al principio y sin antecedentes parece algo fuera de lugar, lo que, aun siendo extraño, le da cierto encanto a la historia.

Se trata de exponernos una sociedad distópica en la que la humanidad, por llamarla de alguna manera ha degenerado hasta tal punto, y a la vez ha avanzado tanto, que hay generaciones en las que son normales los teratomas, las enfermedades mortales y otra serie de molestias médicas y han hecho que sea más fácil proveerse de prótesis de animales o mecánicas.

Minh quiere encargarse de la restauración ecológica de la zona del Tigris y el Eufrates, la cuna de la civilización, para conseguir devolverle el esplendor a la humanidad, para volver a salir toda la civilización a la superficie y volver a tener recursos suficientes para todos.

Al principio parece una lectura tediosa, pero no llega al punto de querer abandonar, hay algo que te dice en todo momento que sigas, que lo bueno está por venir; y es lo que hay que hacer con esta lectura. No defrauda el final, pero sí se queda abierto, y me quedo con ganas de saber si tiene continuación.