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Agua en los pulmones de Kelly Robson
Saco un Necronomicon con manos temblorosas, el único de los tres que parece de verdad. La primera página está vacía, afortunadamente: ninguna dedicatoria, ninguna lista de apellidos. Ninguna oportunidad de saber si alguna vez perteneció a alguien que conocí. Leo la primera página lo suficiente como para identificar el árabe excesivamente poético, y lo devuelvo antes de que mis ojos se llenen de lágrimas. Tomo otro, este en enoquiano de verdad. «La letanía de la Tierra», Ruthanna Emrys.
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