“Siempre me han fascinado los que quieren trabajar, ja, ja. Es apasionante observarlos.” En nombre de la máxima indecisión, me encuentro ante un dilema inquietante. A ver, el libro está descatalogadísimo y cuesta una pasta en mercados de segunda mano. Aun así, me lo regaló con mucha ilusión una persona, para quién, por lo que sea, esta novela es uno de los libros de su vida. Vamos, que cabría preguntarse si comparado con ella hay alguna otra persona en el mundo mundial que pueda afirmar que le guste aún más. El caso es que ahora me sabe mal decirle que me encuentro bastante lejos de sentir su entusiasmo. ¿Qué hago? No puedo mentir y decirle algo así como que su pluma palpitante me ha embelesado, que sus páginas se iban abriendo como flores de cristal, que su voz diáfana era como una campana de cristal en la noche de nuestra confusión. Y menos si tenemos en cuenta lo mal que miento… Además, me entraría la risa hablando como el pobre loco del conde Sepulcravo. Tampoco creo que pudiera eludir la cuestión recurriendo a la palabrería del ambicioso Pirañavelo, en plan todos somos prisioneros del diccionario, y en esa inmensa prisión de paredes de papel no encuentro las necesarias palabras impresas en negro que debiera escoger para explicarte lo que el libro me ha hecho sentir. Debería emitir nuevos sonidos, ruidos emancipados e insólitos que produzcan efectos también insólitos para que lo entendieras, pero lo que no se puede no se puede y además es imposible. Aparte de que ya me fastidiaría tener que imitar al gañán de Pirañavelo: nunca le perdonaré su asuntillo con aquella magnífica biblioteca. Casi mejor, o sin casi, sería decirle parte de la verdad, que la historia me ha parecido ingeniosa, que me he divertido con sus estrafalarios personajes, con su dosis de mala baba, hasta con su ocurrente lirismo, como ese que, hablando de unas cortinas separadas mínimamente, Prunescualo dice: “Hay una languidez de añoranza entre ellas. Una fisura de noche impalpable las separa.” Hasta podría decirle que lo he encontrado justo a mitad de camino de un mugriento corredor, ruinoso y mal iluminado que comunicase a La princesa prometida con Alicia en el país de las maravillas, que no es poca cosa. Bah, lo mejor va a ser que lea esto, que lo leerá, y me ahorro el mal trago. Ya sondearemos juntos las profundidades de la magia y discutiremos sobre el significado de la existencia en otros castillos y en otros bosques… será por castillos y bosques. + Leer más |