La naturaleza parecía ser la única piedra que no se llevaría la corriente.
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La naturaleza parecía ser la única piedra que no se llevaría la corriente.
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A Kya le bastaba con ser una parte de esa secuencia natural tan constante como las mareas. Estaba conectada al planeta y a su vida como lo están pocas personas. Enraizada en esa tierra. Nacida de esa madre.
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Los rostros cambian con las penurias de la vida, pero los ojos siguen siendo una ventana a lo que se fue, y podía verlo en ellos.
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¿Por qué debía ser el herido, el que aún sangra, quien carga con la responsabilidad del perdón?
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Pero siguió caminando a su lado. Le había dado una oportunidad al amor, y solo quería llenar los espacios vacíos. Apaciguar la soledad mientras aislaba su corazón.
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Su padre le había dicho muchas veces que un hombre de verdad es aquel que llora sin vergüenza, lee poesía con el corazón, siente la ópera en el alma y hace lo que haga falta para defender a una mujer.
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- Sabes leer, Kya. Ya no habrá un tiempo en que no sepas leer. - No es solo eso -murmuró ella casi en un susurro-. Es que no sabía que las palabras pudieran contener tanto. No sabía que una frase pudiera estar tan llena. |
La vida la había hecho una experta en machacar los sentimientos hasta dejarlos de un tamaño almacenable. Pero la soledad tiene brújula propia. |
—Necesitas amigas, cariño, porque son para siempre. Sin juramentos. Una camarilla de mujeres es el lugar más tierno y fuerte de la Tierra.
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Si alguien entiende la soledad, es la luna.
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10 negritos