(…) Los hombres eran como las mujeres; sentirse objeto de deseo estaba bien, siempre y cuando no los vieran como un cuerpo y nada más.
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(…) Los hombres eran como las mujeres; sentirse objeto de deseo estaba bien, siempre y cuando no los vieran como un cuerpo y nada más.
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«Espero compartir más excursiones contigo. Hazme caso, úsalas y no vuelvas a decir que eres un maduro patético. Los hombres y las mujeres no nacemos con fecha de caducidad como los yogures. Caducamos cuando nos da la gana. Sandra».
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—Para un padre, ningún hombre es bueno.
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—No me mires como si hubiera nacido con un talismán en la mano, ¿quieres? —protestó medio en broma—. ¿Sabes en qué consiste mi suerte? En ser feliz con lo que tengo. Y cuando no lo he sido, he procurado buscar cosas nuevas que me alegren la vida.
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—Y tú, Jérôme. ¿Qué harías con el dinero del premio? —Irme de putas. —¡Te quiero en mi concurso! —gritó. |
La euforia era el mejor motor y a la vez la peor de las trampas.
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—Vuelve a hacerlo —la animó, besándole los nudillos—. Deja que sea tu corazón el que mueva los dedos sobre el teclado.
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—Recuerdo ciertos e-mails… Yo me enamoré de una chica que ponía el corazón en cada párrafo.
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—Es muy tú. Masculino, organizado, elegante y discreto.
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Monique había encontrado tiempo para sí misma y, sobre todo, para disfrutar de esos ratos de lectura en soledad que tanto echaba de menos.
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?