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Una vez más ha sido una delicia leer a Nancy Mitford . de momento las dos novelas que he leído de ella (las cuales son las primeras partes de una trilogía en la que aparecen los mismos personajes) me parecen unas cápsulas que conservan un tiempo que ya no volverá, a unos personajes y un mundo preservados en ámbar, congelados en una época que ya no existe y que es de un talante tan frívolo que les impide tomarse en serio las desgracias de la vida incluso cuando les pasa a ellos. Pero también impide que el lector pueda tomarles en serio a ellos, de ahí que lea lo que tiene delante con incredulidad y una sonrisa de hilaridad. Solo así se puede sostener y disfrutar de un libro donde aparece una mujer que no duda en afirmar que puede escribir un libro mejor que una tal Virginia Wolf (sip) o que ella puso a la India en el mapa. Y esto es solo un ejemplo de lo que podemos encontrar de la liviandad y arrogancia que podemos encontrar en muchos de los personajes que pueblan las hojas que nos ocupan, a los cuales no se les puede llegar a odiar porque son hijos de su posición social y del mundo en el que han sido educados y han vivido, no sabe mirar más allá de eso. Lo primero que tengo que decir es que el principio de la historia se me hizo un tanto pesado y soporífero, me pareció demasiado lento. No niego que Mitford hace un análisis y un estudio genial, incisivo y maravilloso (como nos tiene acostumbrados) de una familia concreta, los Hampton, y de la clase alta a la que pertenecen, con sus fiestas y sus cotilleos y tejemanejes. Aquí la autora puede dar rienda suelta a su mítica ironía y a su profundo ingenio satírico a la hora de caracterizar a sus personajes y modelar el mundo en que se mueven. Mitford habla de un mundo que conoce perfectamente, y del que habla con cinismo, permitiéndose usar la risa y la ligereza para criticarlo abiertamente. Como ya he dicho antes las primeras 150 páginas del libro se me hicieron un tanto lentas y soporíferas, aunque muy interesantes de leer. Destaco de este momento el cameo de Fabrice, el conde francés que conocíamos en “A la Caza del Amor”. Y es que las viejas caras conocidas que recuperamos en esta presente novela han sido una de las mejores partes de la misma. Pero, volviendo a lo que nos interesa, es a partir de este punto cuando empieza lo realmente bueno del libro, algo que hizo que disfrutase la lectura con cierto placer culpable que me ha acompañado hasta terminarla. Con Polly, la bellísima y riquísima hija de la familia Hampton, es con la que el escándalo llega para quedarse y de que forma, sobre todo porque nadie podía imaginárselo de un personaje tan frio e impasible como Polly, que empezará a mostrarse como una chica bastante egoísta, y que en mi opinión, con la que es difícil empatizar como personaje. Tengo muy claro que esta parte de la novela la disfrute mucho porque la vimos desde la perspectiva de la familia Radlet. Sin duda alguna volverles a ver tras “ A la Caza del Amor”, ha sido una de las cosas que más me ha gustado de esta lectura. de nuevo me he reído mucho con ellos, especialmente con el tío Matthew (qué queréis que digas, no puedo evitar tenerle mucho cariño) y con los comentarios de las niñas Radlett y Davey. Ha sido una delicia, en serio. Y lo mejor es que el salseo seguirá a lo largo y ancho de lo que queda de obra. No obstante, entre medias Mitford se permite mostrarnos una cosa que, a mi juicio, se me hace muy necesaria: presentarnos más como es el matrimonio y la vida de Fanny, narradora de la trilogía. Creo que esto era muy necesario e interesante, porque si algo me escamo muchísimo de “ A la Caza del Amor”, fue como después de la primera parte de esa obra, este personaje se diluida para quedarse en una mera espectadora de lo que pasaba. Aunque sabíamos que tenía una vida propia y paralela, nunca se le daba importancia a esta y parecía algo totalmente secundario. Sin duda, la grandeza del personaje de Fanny en esta ocasión es que logra perfilarse con una personalidad y existencia propia, más simple, sensata y normal que la de sus familiares y conocidos, lo que explica que todos acaben acudiendo a ella en algún momento. Pero si hay un punto, para mí, culminante en esta obra es la aparición del personaje de Cedric. Sí, es probablemente el más frívolo de toda la historia (lo cual es todo un reto teniendo en cuenta la cantidad de caracteres que solo viven para si mismos y sus excentricidades que pueblan estas páginas), pero le he cogido un cariño enorme, porque a su manera me ha parecido un personaje increíblemente inteligente y gracioso (me he reido mucho con él), que esconde más picardía de lo que parece a simple vista. Su llegada le da nuevos aires y vitalidad a una historia que ya parecía que no podía dar más de sí en ese momento. Y pone las cosas muy, muy interesantes, de verdad. No sé si será porque ya estoy acostumbrada a estos protagonistas, pero la verdad es que no me ha sorprendido tanto los arranques de frivolidad que traen consigo, me han parecido, en general,más llevaderos que los del anterior libro. No voy a negar que “Amor en Clima Frío” no me ha gustado tanto como “A la Caza del Amor”. Pero eso no quiere decir que mi vena gossip no se haya emocionado y deleitado con esta novela. Como me pasaba con su predecesora, una de las cosas que menos me ha gustado ha sido el final, me ha parecido muy precipitado. Incluso más que en el primer libro, ya que en menos de una página han pasado muchas cosas muy interesantes que podrían haber dado mucho jugo si se hubiesen explicado con más detenimiento. No obstante eso no hay implicado que no haya disfrutado el total de esta lectura, y que no pueda evitar rendirme a la prosa de Mitford. + Leer más |