De esferas de hierro, que cayeron sobre la hueste antes victoriosa, castigándola con violencia tal, que de aquellos que hirió ninguno pudo permanecer de pie, y aunque aguantaron como rocas, cayeron a millares, y ángeles sobre arcángeles rodaron |
De esferas de hierro, que cayeron sobre la hueste antes victoriosa, castigándola con violencia tal, que de aquellos que hirió ninguno pudo permanecer de pie, y aunque aguantaron como rocas, cayeron a millares, y ángeles sobre arcángeles rodaron |
Allí lo dejan rechinando de angustia, de despecho y de vergüenza, al encontrarse que no era invencible, y humillado en su orgullo se veía por un rechazo tal, que rebajaba su confianza de ser igual a Dios |
No prejuzgues que vaya a terminar así esta lucha que llamas malvada, y nosotros nombramos la batalla de la gloria; que estamos decididos a ganar; o a cambiar este Cielo en el Infierno aue tú te imaginas |
Si es que los conozco bien, si se tienen como hijos del Cielo verdaderos, por nadie anteriormente sojuzgados, y si todos no éramos iguales, éramos libres, igualmente libres; ya que órdenes y grados no se oponen a la libertad, y con ella se avienen |
Este día he engendrado al que declaro mi único Hijo, y en esta montaña sagrada he ungido a quien ahora veis a mi diestra. Os lo nombro cabeza; y por mí mismo he jurado que ante él han de doblarse todas las rodillas del Cielo y reconocerle Señor |
Dios te hizo perfecto, pero no inmutable; y te hizo bueno, mas dejó la constancia en tu poder, estableció que por naturaleza fuera libre tu voluntad, ni esclava del destino de modo inexorable |
Pero en sus corazones imperaba un amor limpio de toda lascivia, y en ellos no se albergaban los celos, el infierno del amante ofendido |
No vas a creer, espíritu rebelde, que tu forma ses la misma y que tu resplandor no haya menguado para que podamos conocerte como cuando te hallabas en el Cielo, íntegro y puro; aquella gloria entonces, al dejar ya de ser bueno, se fue de ti, y ahora te asemejas a tu culpa y al sitio tenebroso y detestable de tu condenación |
Aquí Amor sus rayos de oro envía, aquí enciende su lámpara constante, y bate sus purpúreas alas, reina y se deleita aquí; no en la comprada sonrisa de la meretriz que ofrece sin amor, sin gozo y sin cariño, una fruición carnal; tampoco en las cortes de amor, dudosas danzas, frívolos disfraces, o saraos de medianoche, o serenatas, en las que el apasionado amante canta a su bella altanera cuando mejor debiera despreciarla |
Nuestro Creador nos manda que nos multipliquemos. ¿Quién nos exige abstenernos sino nuestro destructor, el enemigo de Dios y del hombre? Salve amor conyugal, ley misteriosa, fuente genuina de la humanidad |
Marinero en tierra