Hay un sitio - si no yerran del Cielo las antiguas Profecías -, otro mundo, un feliz paraje, sede de una nueva raza llamada el hombre, que por este tiempo debía ser creada a semejanza nuestra, inferior en poder y excelencia |
Hay un sitio - si no yerran del Cielo las antiguas Profecías -, otro mundo, un feliz paraje, sede de una nueva raza llamada el hombre, que por este tiempo debía ser creada a semejanza nuestra, inferior en poder y excelencia |
¿Debemos irritar al Todopoderoso Triunfador a fin de que desate su ira toda, y acabe con nosotros? ¿Sería esto nuestro remedio: no existir jamás? ¡Triste remedio! Porque ¿quién perdiera, aunque lleno de dolor, esta esencia intelectual, estos pensamientos que vagan por la eternidad, para expirar, absorbidos y aniquilados en el seno amplio de la noche increada privados de razón y movimiento? |
Del lado opuesto se levantó Belial, más gracioso y humano en su actitud; el Cielo no perdió un ser más hermoso; para la dignidad y las hazañas más altas parecía ser creado |
¿Qué puede haber peor que estar aquí, de la gloria expulsados, condenados en esta odiosa sima a una total aflicción; en donde el fuego eterno nos tortura sin esperanza y fin |
Pretendía (Moloc) al Eterno igualarse por su poder, y antes de ser menos prefería no ser nada |
En un momento entre la obscuridad diez mil banderas se izaron al aire, tremolando con brillantes colores: Con ellas emergió un bosque inmenso de lanzas; aparecieron los yelmos en tropel y un espesor de escudos en apretado orden de batalla |
Despierten, rriba, o nos hundimos pars siempre
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En el Cielo no le hubiera dejado libertad de ejercicio para sus negros designios, con el fin de que pudieran sus delitos reiterados atraer sobre sí la maldición, mientras el mal buscara de los otros, y viera con furor que su perfidia servía sólo para crear bondad, infinitas gracia y misericordia |
Y a su lado, revolcándose, observa a su segundo en poder, rival en crimen, llamado con el tiempo en Palestina, Belcebú |
Regiones de doloe, lúgubres sombras, en donde nunca la paz y el descanso podían habitar, ni la esperanza, si jamás venía, y tortura sin fin, siempre afilada y un ardiente diluvio, fomentado con un inconsumible azufre abeasador: este lugar había preparado el Juez Eterno para aquellos rebeldes, ésta era su prisión, de obscuridad completa, en un sitio emplazado lo más lejos de Dios y de la luz del Cielo |
Marinero en tierra