Quien dentro de sí lleva el infierno tampoco puede de sí mismo huir aunque de lugar cambie.
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Quien dentro de sí lleva el infierno tampoco puede de sí mismo huir aunque de lugar cambie.
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Mejor reinar en el infierno que servir en el cielo.
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Y no tardaré de tu poder armado, en librar el Cielo de estos rebeldes y arrojarlos a la mansión del mal para ellos preparada con cadenas de sombra, y el gusano que no muere, ésos que tu obediencia rechazaron, cuando el obedecerle es dicha entera |
Dignidades principescas; potestades que un tiempo se sentaron en los tronos del cielo, aunque memoria ahora no quede de sus nombres en las actas celestes... Entonces se les conoció con nombres varios entre los hombres y diversos ídolos entre el mundo pagano |
¿Y quién envidiaría/ Un trono sobre el cual no se conseguía/ sino estar entre los males más expuesto?/ Que tenga pretendientes no es posible/ El triste cetro de este abismo horrible.
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Tales eran estos gigantes, hombres de gran fama; pues en aquellos tiempos solamente el poder se admirsría y tendría por valor y por virtudes heroicas; ganar batallas, someter naciones, y regresar con el botín después de haber matado una infinidad de hombres, esto es lo que iba a ser considerado como la cumbre de la gloria humana, y por la gloria del triunfo conseguida serían llamados conquistadores, patronos de la humanidad, y dioses, e hijos de dioses, cuando mejor fuera llamarlos azote y plaga del hombre |
Si lo producen todo ¿Quién encerró la ciencia del bien y del mal en este árbol, de tal suerte que quienes comen de su fruto obtienen la sabiduría sin permiso suyo? |
Difícil les es al hombre referir cuál fue el comienzo de la vida humana, porque ¿quién conoce su propio origen? |
Preñado de ti y grande en exceso, sintió del parto las fuertes mociones y tremendos dolores. Al fin, este aborrecible vástago que ves, engendrado por ti, se abrió camino con violencia, rasgando mis entrañas, de modo que, de temor y de pena retorcido, mi cuerpo se alteró en su parte inferior; mas mi enemigo ingénito salió de mí blandiendo su venablo fatal para destruir |
¿Te crees todavía en el estado/ en que te vi cuando resplandecías/ en tu celeste silla? Aquellos días/ ¡Infeliz! Para ti se han acabado./ Perdiste la hermosura y la excelencia,/ Al punto que perdiste la inocencia.
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Marinero en tierra