Le escribía diez cartas en un día, cartas neciamente locas, de estilo extravagante, poético y risible, floreado como el de los indios, lleno de nombres de animales y pájaros
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Le escribía diez cartas en un día, cartas neciamente locas, de estilo extravagante, poético y risible, floreado como el de los indios, lleno de nombres de animales y pájaros
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En todos los bancos del parque estaban sentados burgueses abrumados por el calor, y niñeras despreocupadas que parecían soñar mientras los niños se revolcaban en la arena de los senderos.
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Escuche ...jamás he amado ... sino a usted ... se lo juro. Y lo amo desde hace un año, en secreto, en el secreto de mi corazón. ¡Oh!, he sufrido, sí, y luchado, no puedo más, lo amo ...
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Él la tocaba a través del vestido, la acariciaba, la palpaba; y ella desfallecía bajo aquella caricia brutal y fuerte.
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Se frotaba las manos mientras caminaba, con íntimo gozo, el gozo del éxito en todas sus formas, el gozo egoísta del hombre hábil que triunfa, el gozo sutil, hecho de vanidad halagada y sensualidad satisfecha, que da el cariño de las mujeres.
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Es bonita. ¡Tanto mejor! Somos tal para cual, hija mía. Pero antes de que me vuelvan a pescar atormentándome por ti hará calor en el Polo Norte.
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La victoria es de los audaces. Todo no es sino egoísmo. El egoísmo por la ambición y la fortuna vale más que el egoísmo por la mujer y el amor
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Todas las mujeres son unas rameras, hay que servirse de ellas y no entregarles nada de uno mismo
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Cuando regresaba del periódico, donde se había oído interpelar por el nombre de Forestier dos o tres veces, se venga a persiguiendo al muerto con rencorosas burlas hasta el fondo de su tumba. Recordaba sus defectos, sus ridiculeces, sus pequeñeces, los enumeraba con complacencia, exagerándolos y aumentándolos
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Me obligaría, por supuesto, a no comprometer jamás el apellido del hombre con quien me case, a no hacerlo jamás odioso o ridículo. Pero sería preciso también que ese hombre se obligara a ver en mí una igual, una aliada, y no una inferior ni un esposa sumisa. Mis ideas, lo sé, no son las del todo el mundo, pero no las cambiaré. Eso es todo.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises