Engañas a todo el mundo, explotado a todo el mundo, sacas placer y dinero de todas partes
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Engañas a todo el mundo, explotado a todo el mundo, sacas placer y dinero de todas partes
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Caminaba igual que en la época en que vestía uniforme de húsares, con el pecho sacados, las piernas un poco entreabiertas, como si acabara de apearse del caballo... Tenía el aire de ir desafiando a alguien, a los transeúntes, las casas, la ciudad entera, como una gracia de guapo soldado caído en la vida civil
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La leyenda familiar se complacía con la imagen de los enamorados vadeando el crecido río, empapados como dos pájaros salvajes. Flaubert conocerá estos detalles y concede ese deseo de un matrimonio a medianoche a su Bovary. Aglaé sin embargo era poco bovarysta: «cabellos a lo Tito, atados con una cinta azul, enmarcando un rostro regordete, con ojos risueños y alegres2». Tenía sangre criolla. Según Laure, los ojos marrones de Guy, sorprendentes en un rostro rojizo, procedían de ella. Guy se le parecía más que al abuelo Jules, un sosías del «Señor Thiers», tan rácano y solapado. De cuerpo pesado, emprendedor, sombrío, ferozmente opuesto al Imperio, también librepensador, Jules Maupassant, había creado una explotación de trescientas hectáreas en La Neuville-Chant-d’Oisel1. Humanista de provincias, recibía a hombres de letras, políticos, liberales, artistas, entre ellos a Eugène Le Poittevin, el pintor de Étretat. Viudo, no pudo soportar el campo y regresó a Ruán, dejando el dominio a su hija Louise, que se había casado con Alfred Le Poittevin, el hermano de Laure. Cuando su hijo Gustave, a su vez, se casa con Laure, ambas familias quedarán enlazadas mediante esos matrimonios cruzados, como la madreselva y el avellano de las canciones medievales.
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¡Los imbéciles y los necios son siempre víctimas!
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¡Ah! qué bribón, cómo no se ha burlado... Es listo, de todas formas. Habríamos podido encontrar a alguien con una posición mucho mejor, pero no con tanta inteligencia y tanto futuro. Es un hombre con futuro. Será diputado y ministro.
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Tú no lo entiendes, no. Me parece como si estuviera presa entre garras, metida en un saco, no sé. Tu recuerdo, siempre presente, me pone un nudo en la garganta, me desgarra algo aquí, en el pecho, bajo el seno, me rompe las piernas hasta dejarme sin fuerzas para andar. Y me quedo como una idiota, todo el día, en una silla, pensando en ti
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Era la hora poderosa e inesperada de un maestro, sí, una de esas obras que trastornan la mente y nos dejan un sueño para muchos años
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¡Ah! Sí, ahora andas con viejas ... ¿Es que te pagan, dime? ... ¿Es que te pagan? ... ¡Ah! ya te metes con viejas ... Entonces ya lo me necesitas ... quédate con la otra
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Pues las palabras del amor, que son siempre las mismas, toman el sabor de los labios de los que salen.
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Y cuando ella hubiera debido estrujarlo en sus brazos, mirándolo ardientemente con esos ojos profundos y terribles que tienen ciertas mujeres ajadas, soberbias en su último amor, cuando hubiera debido morderle con su boca muda y trémula aplastándolo bajo su carne densa y cálida, fatigada pero insaciable, se meneaba como una chiquilla y se ceba para ser graciosa
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises