Bel Ami de Guy de Maupassant
Y cuando ella hubiera debido estrujarlo en sus brazos, mirándolo ardientemente con esos ojos profundos y terribles que tienen ciertas mujeres ajadas, soberbias en su último amor, cuando hubiera debido morderle con su boca muda y trémula aplastándolo bajo su carne densa y cálida, fatigada pero insaciable, se meneaba como una chiquilla y se ceba para ser graciosa
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