Los finales son indignos del arte. Las obras de arte son siempre inconclusas. Quienes las hacen, no están seguros nunca de que las han terminado. Sucede lo mismo con las mejores cosas de la vida.
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Los finales son indignos del arte. Las obras de arte son siempre inconclusas. Quienes las hacen, no están seguros nunca de que las han terminado. Sucede lo mismo con las mejores cosas de la vida.
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"Se lo contó a su amiga Pilar. Le contó también cuánto quería a un señor y cuanto a otro, cuánto a sus hijos, cuánto a su destino." (Pág.114)
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"José me pertenece. Me atravesó la vida con su vida y no habrá quien me lo quite de los ojos y el alma. Aunque se pretenda muerto. Nadie puede matar la parte de sí que ha hecho vivir en otros." (Pág.86).
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La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota.
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¿Ya te dije que se fue? Ya te lo dije. Pero para mí, como si aún estuviera porque lo ando cargando. ¿Es verdad que tú perdiste un amor en la guerra? Eso me hubiera gustado a mí, que me lo mataran antes de que a él le diera por matarme. En lugar de este odio tendría el orgullo de haber vivido con un héroe. Porque tu amor fue un héroe ¿verdad?
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Cosa que nadie les perdonó jamás, porque la amistad entre hombres y mujeres es un bien imperdonable.
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—Ellos pueden tener el anillo antes que la novia, hasta pueden elegir una novia que le haga juego al anillo. En cambio, nosotras sólo tenemos que esperar. Hay quienes esperan durante toda su vida, y quienes cargan para siempre con un anillo que les disgusta, ¿no crees? —le preguntó a su madre durante la comida. —Ya no te pelees con los hombres, Cristina —dijo su madre—. ¿Quién va a ver por ti cuando me muera? —Yo, mamá, no te preocupes. Yo voy a ver por mí. |
"... abandonaron la fiesta para irse en busca de la derrota que habían dejado pendiente hacía doce años. La encontraron. Y se hicieron viejos yendo a buscarla cada vez que la vida se angostaba. La tía Mercedes tenía siempre miedo de que cada encuentro fuera el último. Por eso le gustaba conversar, para robarse al otro, para que no se le escapara del todo cuando volvía a su casa con el cuerpo apaciguado, para poder, en el impredecible tiempo que los desuniera, reconstruirlo todo, no sólo su aventura, sino todas las mutuas aventuras desde siempre." (Pág.60). |
"... su esposa, esa mujer a su juicio extraña y fascinante con la que había jurado vivir toda la vida, no sólo porque en algún momento le pareció la más linda del mundo, sino porque supo siempre que con ella sería imposible aburrirse." (Pág.69).
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--No te asustes-- le dijo--. Ella me dio permiso. Sabía que me hará bien tener un poco de su aroma en la caja donde están las cenizas de los demás. Siempre que puedo me llevo un poco de los seres a los que seguiré queriendo después de muerta, y lo mezclo con los anteriores. Ella me regaló la caja de marquetería donde los guardo a todos. Cuando yo me muera, me pondrán ahí adentro y me confundiré con ellos. Después, que nos entierren o nos echen a volar, pero juntos." (Pág.99).
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Como agua para chocolate