Las expresiones atormentadas de hombres y mujeres extenuados se volvían para suplicarles, no ayuda -ya habían renunciado a ella-, sino una explicación. Algo con lo que acallar la confusión.
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Las expresiones atormentadas de hombres y mujeres extenuados se volvían para suplicarles, no ayuda -ya habían renunciado a ella-, sino una explicación. Algo con lo que acallar la confusión.
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Las arrugas del mono de trabajo se le llenaban de migas de pan. Los dedos salpicados de pintura se abrían camino a tientas entre los botones y peinaban las teclas o se eternizaban en una nota. Los brazos impulsaban el fuelle e insuflaban al instrumento el aire que necesitaba para respirar.
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Felicitaciones navideñas de Max Vandenburg A menudo deseo que todo esto acabe, Liesel, pero entonces, no sé cómo pasa algo... tú bajas al sótano con un muñeco de nieve en las manos. |
Gregorio Samsa es un ...