Final Porque sé que estoy solo, que tú y aquel y el otro no vais conmigo, ni estáis en mi siquiera. En la inmensa noche del mundo Dios marcó unos surcos, repartió unas parcelas de destino y a mi me tocó ésta de mirar hacia atrás y no ver nada, de enderezar los ojos al camino y no encontrar más luz que piedra y piedra y más piedras aún donde no ajuste el pie y el cuerpo dance en un triste milagro de equilibrio. Y yo sé que estoy solo, y sin embargo, creedme si queréis, no lo siento porque es mejor estar con uno mismo, asido a sus pasiones, sus recuerdos, su loco corazón acribillado por la ausencia mortal de algún humano que tender hacia otro cinco dedos, carrusel de mentiras. Los cinco dedos con que ahora escribo. (De: Trébol de cuatro hojas, 1976) |