Verde agua

Un maravilloso libro que nos invita a bucear y reconciliarnos con nuestros recuerdos, y nos permite adentrarnos en los momentos del pasado para apreciar todas las pequeña cosas de nuestra vida.
También nos movemos por el tiempo presente alrededor de su marido, el prestigioso Claudio Magris y su familia.

Marisa Madieri nacida en el año 1938, en Fiume, antiguo territorio italiano que, después de la segunda Guerra Mundial, pasó a pertenecer a Croacia y que, junto a su familia, tuvo que abandonar su ciudad e instalarse en un campo de refugiados de Trieste, cuando solo tenía once años de edad. Y todo ello nos lo hará llegar a través de este magnífico libro.

La autora fue la esposa del también escritor triestino Claudio Magris, que es quien escribe el postfacio y del que he leído algunas obras magníficas como "Así que usted comprenderá", que me ha gustado mucho y también está reseñada.

“Verde agua” es una especie de relato-diario escrito entre noviembre de 1981 y noviembre de1984, cuando ya la autora era una mujer adulta, que estaba casada con Magris y con dos hijos mayores, Francesco y Paolo.

Podemos decir, que fue una gran escritora, que se dio a conocer bastante tarde, ya que permaneció silenciosa hasta una edad avanzada.

Y respecto al título, lo vemos reflejado en el libro al escribir en sus páginas que el color del amor es verde agua, como aparece en las siguientes líneas:
“Le permitió comprarme una falda acampanada y un conjunto formado por una rebeca y un jersey de cuello redondo, de orlón color verde Nilo. También verde agua se llamaba aquel color, que para mí es aún hoy el color del amor”.

En el libro se relata toda una vida, siempre contado de forma serena, aunque sí con nostalgia, pero sin rencor ni resentimiento, a pesar de las carencias y penalidades que tuvo que sufrir en el refugio donde tuvieron que vivir bastantes años en Trieste.

Lo acabé de leer, justo el día que volé a Trieste con mis amigas, un maravilloso viaje, me encantó, una maravillosa ciudad llena de librerías estupendas. Un paisaje envolvente y siempre el mar. Perdón por el inciso.

Se lee rápidamente, me gustó mucho conocer la historia y la vida de María Madieri a través de un libro, escrito como un libro de la memoria íntima. Y donde se narra el éxodo de los italianos de Fiume.

También me ha encantado el postfacio que hace su marido, ya que nos ayuda mucho a valorar este pequeño diario. Explicará en el postfacio el gran éxodo de los italianos que habitaban en Fiume, que en el año 1947, pasó a Croacia, dentro de la antigua Yugoslavia.

Y además de ser una magnífica obra que trata sobre el exilio familiar y todo el significado que tiene desde la perspectiva de la niñez, es una espléndida y lúcida reflexión sobre lo que supone la gran fractura del destierro.

Su familia tuvo que emprender un doloroso éxodo desde la ciudad de Fiume, que quedó para Yugoslavia, después de la guerra.

Comienza con su infancia y sus recuerdos de su familia y también de su ciudad natal, Fiume. Nos narra, después, una niñez vivida, durante siete años, de forma muy precaria, en un campo de refugiados en el campamento de Silos de Trieste, convertido en un gueto.

Más adelante, en el año 1954, se firmó en Londres el acuerdo para la cesión de parte del territorio libre de Trieste, a Italia.

Una espléndida obra que nos muestra su desarrollo vital, además del retrato muy pormenorizado de algunos de los componentes de su familia que más la marcaron, nos muestra una madre cariñosa, un padre de poderosa imaginación y una fascinante abuela.

Y aquí mis propios recuerdos sobre mi amada abuela Rosa, con la que tuve una intensa relación se han activado recordándola con muchísimo amor, aunque sus características no sean nada semejantes a la abuela autoritaria de la escritora.

Una obra narrada con lealtad hacia un pasado donde no se nos oculta nada, un generoso y entrañable testimonio. También un tiempo presente de la vida cotidiana, el compromiso humanitario y donde vivimos intensos momentos en los que el paisaje y el mar también nos seducen.

Una narrativa cautivadora, muy poética, también precisa y además cercana y siempre esperanzadora.

Recomiendo su lectura.

Quien no ha vivido el exilio tiende, con razón, a reducirlo a lo terrible. El exilio es en sí grotesco. Pero, como ocurre con todo acontecimiento humano, cuando se desdobla la tragedia y se mira a través de los cristales caleidoscópicos de la experiencia, aparecen los matices, las ambivalencias, las bondades, las bellezas que, con manos fuertes, se niegan a entregarlo todo a la oscuridad del dolor. Aun en los prados monstruosos hay brotes de vida, de poesía.

Marisa Madieri, desde la memoria, a través de ese vidrio que atenúa el pasado, el formato diario, mira a la niña que fue, la que, separada de su tierra, de sus padres, pasó una temporada con sus tíos en una tierra extraña y luego en un orfanato. La mira con el candor de la edad, como la madre en la que se convirtió, que cuida, pese al paso del tiempo, de su propia infancia. Con una pluma suave como una frazada cobija su pasado.

“Verde agua” es un libro que se mueve con un ritmo suave, como un mar calmo o un vestido que ondea levantado por el viento. Un vaivén en el tiempo, que oscila, con cierta circularidad, entre la infancia y la madurez. Pienso en ese atuendo conmovedor, el que le da título al libro, color verde agua, que la madre de Marisa le regala en la adolescencia, tras vender sus bienes más preciados, y representa una forma de amor muy profunda: no es únicamente el deseo maternal de provocar alegría y sacar unas sonrisa en el ser amado, se trata de un deseo de protección, de la angustia materna de ver a su hija expuesta a las crueldades del exterior, de una sociedad enviciada por la polarización del poder y la riqueza. Deseo de proteger contra la humillación.

Además, “Verde agua” recupera la complejidad histórica de territorios en ruptura, desintegración y recuperación: esos juegos territoriales de armar y desarmar, que ponen en entredicho la aparente solidez de los Estados nación y sus límites geopolíticos. Fiume, un Estado “desaparecido”.

Por su estructura fragmentaria, en formato diario, es un libro que se disfruta a pedacitos, saboreándolo de a poco. No es para atragantarse.

La vida de una escritora que, junto a su familia, tuvo que exiliarse por cuestiones "de frontera" entre Italia y Yugoslavia cuando era una niña y terminaron en un campo de refugiados.
La mirada de la historia con los ojos de esa niña que fue Madieri. Todo el tiempo habla del mar, de sus juegos en su ciudad natal, a orillas del mar.
Pero, el título no tiene relación con el agua de mar, ni con nada que se le parezca. Es una nota conmovedora en la vida de Madieri jovencita.
Se lee de un tirón.
Altamente recomendable.