Una corte de rosas y espinas

En unos años habría desaparecido... no quedaría ninguna marca, nada que indicara que alguna vez habían estado ahí. Que yo había estado ahí.


(Pág. 31)

—Todo lo que amo tiene tendencia a desaparecer, a que me lo roben. Muy pocos saben que tengo alas. O que vuelo.

La túnica de Rhysand estaba abierta, y se pasó una mano por el pelo oscuro antes de apoyarse sin palabras contra la pared frente a mí y resbalar lentamente hasta quedar sentado en el suelo.
—¿Qué quieres? —quise saber.
—Un momento de paz y quietud -murmuró él frotándose las sienes.
—¿Para descansar de qué? —pregunté después de un buen rato.
Él se masajeó la piel pálida del rostro y lanzó un suspiro.
—De este lío —respondió.
Me incorporé un poco sobre el montón de paja. Nunca lo había visto tan sincero.
—Esa perra de mierda está haciéndome sudar la gota gorda
—afirmó; se apartó las manos de la cara y apoyó la cabeza contra la pared—. Tú me odias. Imagínate cómo te sentirías si yo te utilizara en mi dormitorio. Soy alto lord de la Corte Noche..., no su
puta.

Era un sueño tan hermoso... Nunca había dormido tan bien antes. Tan abrigada, tan protegida, junto a él. En calma.

No me había movido desde el momento en que su boca me tocó la piel

No necesitaba fingir, no necesitaba ser nada más que lo que era en ese momento, un circulo que giraba sobre la pradera mientras los susurros de sueños bailaban a nuestro alrededor como docenas de lunas.

Tú eres exactamente como yo soñé que fueras.

En nuestro mundo, donde habíamos olvidado el nombre de nuestros dioses, una promesa era ley; una promesa era una moneda; una promesa era tu fianza.

Porque no queria que pelearas sola. O murieras sola.

Soy inmortal. Lo único que tengo es tiempo, Feyre.