Contra toda esperanza, el mundo seguía estando exactamente como lo había dejado
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Contra toda esperanza, el mundo seguía estando exactamente como lo había dejado
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Nuestro preludio fue el vacío, la inmensa posibilidad antes del primer aliento de vida
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—Eso ha sido muy valiente, Señorita. Yukiko le miró fijamente, con la lengua perdida en algún lugar de sus sandalias. Dios mío, es guapísimo… El samurái se quitó el guantelete y deslizó el pulgar por las ahora silenciosas sierras de su espada; dejo una fina mancha roja en el acero repujado. Se limpió la sangre sobre el tabardo y luego insertó la katana en su vaina esmaltada con el sonido de las alas de una cigarra. —Una vez desenvainada, debe probar el sabor de la sangre. —Sus ojos centellearon como jade color crema—. Me alegro de que no fuera la tuya, hija de zorros. |
Le llaman por el nombre de su padre. Yukiko frunció el ceño e hizo como que no entendía. —¿Quién es Kioshisan? —Ah. —El Hombre del Gremio soltó una risa corta, un ladrido sin gracia—. No tuviste oportunidad de conocer su nombre mientras le arrancabas la piel de la carne. Kioshisan es el Artífice al que rescataste del accidente. Me había equivocado. Creí que vosotros dos os habíais vuelto… íntimos. —Oh. —Yukiko parpadeó—. No me imaginaba que vosotros tuvierais nombres. —No los tenemos. —Nao apuntó hacia la puerta—. El loto debe florecer. |
¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?