El rastro que había dejado en mí, un vacío inmenso y desolador sobre el que era imposible construir algo, porque no existía ningún suelo donde poder hacerlo. Sencillamente, ya no "sentía". Tampoco quería volver hacerlo. Era mejor vivir así, aletargada que con dolor. A veces había picos, alguna subida inesperada, como si algo intentase abrirse paso dentro de mi, pero lograba controlarlo, terminaba por hacerlo.
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