–Donde hay secretos –dice–, hay vergüenza, y la vergüenza es algo de lo que podemos prescindir.
|
–Donde hay secretos –dice–, hay vergüenza, y la vergüenza es algo de lo que podemos prescindir.
|
¿Por qué se fue sin decir más que adiós, sin siquiera mencionar que volvería a buscarme?
|
—No tienes que decir nada —dice—. Recuerda siempre que no hay que hablar de más. Muchos hombres han perdido mucho solo por haber dejado pasar una oportunidad perfecta de callarse.
|
Estoy en un punto en el que no puedo ser la que siempre soy ni convertirme en la que podría ser.
|
Con mi madre, todo es trabajo: nosotros, la elaboración de manteca, las cenas, lavarnos y levantarnos y dejarnos listos para misa y la escuela, el destete de los terneros, la contratación de hombres para que aren y rastrillen los campos, estirar el dinero y conectar la alarma. Pero este es otro tipo de casa acá hay espacio y tiempo para pensar. Tal vez haya dinero ahorrado.
|
Ahora que ya no podemos ir más allá, tenemos que volver. Tal vez la vuelta le dé algún sentido a la ida.
|
Todo se transforma en otra cosa, se convierte en alguna versión de lo que antes fue.
|
Me pregunto cómo se las arregla cuando no estoy ahí (…). Trato de recordar otro momento en que me haya sentido así y me pongo triste porque no puedo acordarme, y feliz, también, porque no me acuerdo.
|
[“Al principio, me costaban las palabras más largas, pero Kinsella mantenía la uña debajo de cada una, pacientemente, hasta que la adivinaba y entonces hice eso yo sola hasta no necesitar más adivinar y seguí leyendo. Fue como aprender a andar en bici; sentí cómo arrancaba, la libertad de ir a lugares a los que no había podido ir antes, y resultó fácil.”]
|
Gregorio Samsa es un ...