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Críticas sobre El cielo es azul, la tierra blanca (31)
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AndreaAlvarG
 21 July 2020
Estamos ante una de las obras más celebradas de la increíble escritora japonesa Hiromi Kawakami, por no decir la que más. En esta imprescindible novela se narra la historia de amor entre Tsukiko y su antiguo profesor de universidad, al que llamará «maestro»; una historia de amor muy distinta a lo que estoy acostumbrada a leer, y es que entre los dos protagonistas se establece un tipo de amor muy personal, formado a fuego lento entre casualidades y silencios.
Se desarrolla de una manera pausada, sin adelantar ningún acontecimiento. Desde el primer momento se nos muestra a dos personajes solitarios que anhelan, aunque de manera silenciosa, la compañía de alguien. Kawakami une sus caminos mediante un lenguaje muy suave que transmite sensaciones muy variopintas: desde alegría y amor hasta nostalgia y tristeza.
Está narrado desde el punto de vista de Tsukiko y de una forma no lineal, como si quisiesen mostrarnos solo las partes más bonitas de su historia para que algo se mueva dentro de nosotros. A través de unos diálogos escuetos y simples,‘El cielo es azul, la tierra blanca' se esfuma en un abrir y cerrar de ojos, y cuando lo terminas no puedes evitar sentirte vacío; sin quererlo, hiciste tuya la historia de dos desconocidos.
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Edd62
 11 June 2020
El amor duele. Joven o viejo
Durante el otoño. Durante el otoño
Joven o viejo El amor duele
Con este Haiku, pretendo un mínimo homenaje a la historia de desencuentro, o encuentro casual, de dos seres auto condenados a transitar por la soledad compartida de una sociedad indiferente.
Las letras de Kawakami, fiel reflejo de un estilo japonés, de saltos temporales, de trazos descriptivos, que refuerzan el apego de los japoneses por el naturalismo y el más que correcto uso del lenguaje.
Alejado del frío, burdo, o directo lenguaje occidental, crea una entrañable historia que discurre como el aleteo de una mariposa, con la musicalidad del canto de una cigarra, con el frágil, gracioso y firme movimiento de las manos de una Geisha. El cielo es azul y la tierra blanca . Pero podría ser a la inversa
El profesor y Tsukiko , nos ofrecen una lección, de la nobleza de un amor que como las flores desérticas pueden florecer una sola vez,pero lo hacen con una belleza lenta y discreta. Destinada a perdurar en la memoria
Sazonada con la disímbola comida japonesa y ebrios de sake, incitan a embriagar nuestros sentidos, con el lento pero persistente fluir de un sentimiento imparable, inevitable e incuestionable.
Dos personajes únicos, que crean una unidad muy personal.
Sin resaca, pero con el paladar henchido de sabor... así he terminado. Desando no haberlo hecho,
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Slawka
 05 June 2020
Con lo mucho que me gusta la literatura japonesa admito que he tardado en leer algo de Hiromi Kawakami. El título "El cielo es azul, la tierra blanca. Una historia de amor" me intimidaba, algo no me convencía. Eso me dio mucho a pensar y al final miré el título original: "Sensei no Kaban". El maletín del maestro. ¿Por qué? ¿Por qué el cambio? ¿Lo decidió la traductora Marina Bornas Montaña o la editorial Acantilado? ¿O había título alternativo en japonés? de todos modos el libro es precioso. Ahora ya me da igual el título. 📚
La sensación de leerlo me resultó muy extraña. Parecía que estaba aspirando cada frase. El estilo muy sencillo me transmitía tantos sentimientos que de vez en cuando tenía que parar. Dejarlo reposar, sentirlo más despacio. A ratos somnolienta, a ratos desesperada, a ratos perdida la protagonista nos relaciona su reencuentro con su viejo maestro. Ella ya adulta, pero se siente más niña que nunca. El igual de serio que siempre. Una amistad inesperada. Dos personas que tienen más en común de lo que nadie esperaba. Una preciosa evolución de la relación entre ellos, la vida puesta en palabras. Conmovedor y poético, sin abusar de palabras grandes. Romántico sin ser demasiado dulce. Me ha encantado.
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Maya
 03 June 2020
-¿Adónde iríamos tú y yo solos, Tsukiko?
-Con usted iría al fin del mundo, maestro- grité.
El cielo es azul, la tierra blanca, cuyo título original fue El maletín del maestro, es una novela de la escritora japonesa Hiromi Kawakami y obtuvo el Premio Tanizaki en 2001. Kawakami, nacida en 1958, debutó como escritora en 1994 y ganó el Premio Akutagawa en 1996.

No conozco la literatura japonesa más allá de Murakami. No sabría decir qué me atrajo de este libro, si bien, en mi opinión, la literatura japonesa nos llama la atención por lo distinta que es de la nuestra, nos parece exótica.

Es esta una historia tranquila que no por eso nos resulta aburrida. Se lee con facilidad, todo seguido, más que por la intriga que pudiera causarnos, por el desarrollo de la historia: en realidad desde el principio intuimos cómo va a acabar.

Tsukiko es una joven de aproximadamente treinta años, oficinista, sin ambiciones ni aficiones distintas de ir a una taberna a beber. Allí encuentra a su maestro de lengua japonesa del instituto. Primero le observa y se da cuenta de que comparten los mismos gustos en cuestión de bebida y de comida. Se saludan y empiezan a verse, siempre casualmente, para beber y comer: cerveza, sake… borracheras juntos. Se diferencian en que ella no es muy culta ni especialmente brillante, mientras que él le habla de cualquier tema y le recita haikus que sabe de memoria: el maestro es anticuado, seguidor de las costumbres japonesas, mientras que ella, de vez en cuando se muestra más moderna, con las normas menos arraigadas.

La relación que entablan es una amistad real, profunda basada en la casualidad de encontrarse o no, con interrupciones en el tiempo, compartiendo momentos, copas y paseos:
Nos encontrábamos por casualidad, paseábamos juntos por casualidad y bebíamos sake por casualidad. Cuando le hacía una visita en su casa, me presentaba sin previo aviso. A veces estábamos un mes entero sin vernos.

La acción se desarrolla en Tokio, aunque nunca se mencione, si bien el libro nos describe con detalle los distintos paisajes a los que se mueven nuestros protagonistas. La cultura japonesa da mucha importancia a la naturaleza como reflejo de los estados de ánimo. Son bellísimos los fragmentos en que se detalla la furia de una tormenta, el paisaje de una isla, el vuelo de las flores de los cerezos, el sabor de una seta.

El agua es asimismo muy importante. Observamos que cuando Tsukiko está desorientada o perdida viaja sin parar a distintos balnearios en busca de sí misma, en busca de respuestas: "Y así, sin rumbo, visité varios lugares". El agua es un elemento purificador.

El ritmo es igual a la historia que nos relata: contenido, sin que yo lo llamara lento. Bellísimo, lírico, poético, profundo. El lenguaje de esta novela es plástico, evocador y melancólico, como la propia historia.

Si bien se subtituló, con poco acierto, en mi opinión, una historia de amor, yo diría que es una historia de soledad. Los dos protagonistas están absolutamente solos, no tienen relación ninguna con sus familias o con amigos. Son dos personas andando por la ciudad a la deriva que en determinadas ocasiones y en determinados momentos chocan uno contra otro y se juntan para volver a separarse después.
Salí a la calle. Quería comprobar que no estaba sola en el mundo y que no era la única que se sentía angustiada. Pero era imposible saber cómo se sentía la gente que pasaba por la calle. Cuanto más lo intentaba, más difícil me parecía.
Están incomunicados y aislados del resto del mundo y poco a poco vamos intuyendo una historia de amor, apenas imaginada. En cualquier caso, El cielo es azul, la tierra blanca no es cursi, no da lugar a cursiladas. El amor que nos presenta la autora es muy japonés, sin relatos estereotipados y muy púdico.

La narradora es Tsukiko que se interrogará sobre sus sentimientos, su soledad y de la que no sabemos nada fuera de su historia con el maestro. Solo en una ocasión visita a su familia y se arrepiente de hacerlo. A través de ella, el maestro nos cuenta la historia de su mujer, muy rara, excéntrica, infiel, loca.

Este bello fragmento resume perfectamente la historia de El maletín del maestro:
Intenté recordar cuándo el maestro y yo empezamos a hacernos amigos. al principio era solo un conocido, un anciano que había sido mi profesor en el instituto. Aparte de las escasas palabras que intercambiábamos, apenas me fijaba en él. Era una vaga presencia que bebía en silencio en la barra, sentado a mi lado. Lo único que me llamó la atención desde el primer momento fue su voz [...] En algún momento más adelante, al sentarme a su lado empecé a notar la calidez que desprendía. Su presencia dulce y afectuosa se filtraba a través de la tela de su camisa almidonada. Era caballeroso y tierno a la vez.
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ana_mendoza
 26 May 2020
Una trama lenta, al más puro estilo japonés. Una historia de amor entre dos personas, un maestro y una alumna, con dos vidas solitarias que establecen un pacto en silencio de compartir esos instantes de soledad. Por a poco se fragua entre ellos una emoción intensa que se cuece a fuego lento hasta la explosión final. Un libro con una narrativa limpia e impecable que cuenta una historia con cierto punto dramático y a la vez maravilloso.
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chibiriquete_negro
 01 March 2020
Harakiri
leo y leo este libro

no sé si lo estoy leyendo
o me le estoy enterrando

Claudio Bertoni, en "Dicho sea de paso", 2006, p.p. 49.


—¿Sabes qué es el karma, Tsukiko? —me preguntó.

—¿Una especie de destino que te une a otra persona? —aventuré, tras reflexionar detenidamente.

El maestro sacudió la cabeza con expresión de disgusto.

Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 249.


El karma es una posesión, en dos sentidos. Lo poseemos y ordenamos nuestra siguiente vida, o nos posee y nos determina. Imaginemos un par de átomos en un mismo coágulo de materia, justo en el momento del Big Bang, juntos, constituyéndose mutuamente, pero que, durante la explosión vivificadora del mundo, se separan y toman cada uno un rumbo en la velocidad indistinta del vacío. de ahí en adelante cada átomo tomará un curso diferente, pasará por distintas voluntades, distintas representaciones de sí, e irá acumulando karma: Hasta el encuentro, nuevamente. Un átomo enamorado quiere volver al enlace inicial, anterior a la creación del mundo. El átomo vive de tal manera que pueda reencarnar en una estudiante, y un día, en una taberna, reencontrarse con su profesor de japonés de la escuela, que lleva, en medio de lo fortuito, ese átomo al que estuvo unido, desde el principio. El amor brilla como el nirvana para Tsukiko, la protagonista de El cielo es azul, la tierra es blanca, la novela de Hiromi Kawakami, bióloga y jardinera de palabras.


—¿Qué árboles son los del jardín? —inquirí.
—Son cerezos —me respondió.
—¿Sólo tiene cerezos?
—Sí. A mi mujer le gustaban.
—En primavera deben de ser preciosos.
—Se llenan de bichos. En otoño la hojarasca cubre todo el jardín, y en invierno están tristes y marchitos.

Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 45.

Kawabata había dicho, cuando visitó en kimono por primera vez Estocolmo, que una de las características distintivas del arte japonés se puede resumir en una simple frase poética: «La época de la nieve, de la luna, de los cerezos en flor: entonces, más que nunca, pensamos en quienes amamos». al contemplar la belleza de la nieve, de la luna llena, de los cerezos, es decir, cuando realmente despertamos ante las bellezas de las cuatro estaciones y entramos en contacto con ellas, cuando sentimos la felicidad de habernos encontrado con la belleza, es cuando más pensamos en quienes amamos y deseamos compartir con ellos esa felicidad. Los cerezos del Maestro, como se refiere al profesor, son una belleza llena de insectos, lo que es bello, igualmente sufre, para Kawakami la belleza es frágil y la base, el fundamento de todo radica en un realidad etérea y evanescente, absolutamente incontrolable, que son los sentimientos. La novela es un álbum amatorio de imágenes, diminutas postales, que detrás llevan escritas un mensaje en caligrafía escolar, diciéndonos que la soledad es una estación inevitable, y que el amor reboza siempre hasta en el suelo blanco de la nieve.

El cielo es azul,
la tierra es blanca.

Haikú incompleto, la novela redondea la poesía desde la precisión de lo mínimo. Es una elegía de la ausencia. Hace falta ese verso de siete sílabas para una sensación de completud, pues, su futilidad y su ayuno de adjetivos nos deja irrealizados, anhelando esa concreción de la belleza de la que no nos damos cuenta, ya está puesta sobre la mesa.

Es un haikú con siete sílabas en blanco, diciéndonos, en silencio, que hace frío y que el alma se encoge con la respiración de un diálogo.

Lo mínimo desata, con la precisión de la palabra, la totalidad que lo comprende. Cuando Kawakami escribe un vaso de sake sobre la mesa del comedor, la oración cobra la sensación de las cuatro patas, imaginamos la silla, un suelo, un departamento, una calle de una capital de un imperio, en un globo que gira vertiginosamente. El amor es un cerezo, y Kawakami usa la flor para hablarnos de las raíces del árbol. Su escritura es una jardinería de la representación, Kawakami es una jardinera de bonsáis, retoños de palabra que florecen en sus manos.

–No son más que piedras, ¿no? –comentó Keiko, con la expresión radiante y juvenil de siempre–. Por la forma en que las miras, juraría que ves una especie de belleza potente y añeja que irradia de ellas. Pero una piedra es una piedra... Recuerdo el ensayo de un poeta haiku, según el cual, si se observa el mar día tras día y luego se contempla un jardín rocoso de Kioto, se comprenderá el significado real de estos jardines.
–¿El mar en un jardín de piedras? Por supuesto, si uno piensa en el océano o en los grandes peñascos y acantilados, un arreglo de piedras en un jardín no pasa de ser la obra de un hombre.
Kawabata, Y., Lo bello y lo triste, 2009, p.p. 171.

La novela de Kawakami da la sensación de contemplar un jardín rocoso. El jardín japonés simboliza la vastedad de la naturaleza, y del corazón. Mientras el jardín occidental tiende a ser simétrico, el jardín japonés es asimétrico, porque lo asimétrico tiene mayor fuerza para simbolizar lo múltiple y lo vasto. Esta asimetría, desde luego, se apoya en el equilibrio impuesto por la delicada sensibilidad del hombre japonés. Sus imágenes son tan auténticas que parecen haber estado ahí, inmóviles, desde el comienzo de la tierra, como piedras, esforzadas por su belleza, dan cuenta que han sido ordenadas por un jardinero que ha sabido representar la dureza del agua, el abismo del mar, sus peñascos imposibles de sobrevivir, que son, en últimas, una sensación de lo sublime. Lo bello es una tranquila contemplación, un acto reposado, mientras que la experiencia de lo sublime agita y mueve el espíritu, causa un temor embriagante, como un vaso de sake en medio del invierno. El mismísimo Kant asegura que es imposible encontrar lo sublime entre las obras de arte, pero, Kawakami, como jardinera, escribe un bonsái de la naturaleza, el bonsái de una tormenta, y de una avalancha de nieve blanca. Lo sublime se insinúa, el jardín no es la naturaleza misma, pero cuando se mira, da la sensación de recrear un profundo acantilado en el que es imposible morir. Esa es la sensación inasible de leer a Kawakami.
El maestro sonrió complacido y me explicó que él se limitaba a recopilar cosas que siempre habían existido.
—Mi problema es que soy incapaz de tirar nada —añadió, mientras volvía a entrar en la otra habitación. Regresó cargado de bolsas de plástico.
Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 59.

De la misma manera que el jardinero de piedras recoge fragmentos que han existido por siempre y los coloca en un orden que les da sentido de nuevo, en Kawakami coleccionamos el lenguaje, palabras que parecen inamovibles, y las recopila, como el Maestro, acumulador de pequeños recuerdos que enlazan una vida de dolorosa soledad, pero de permanente belleza. Así está escrita El cielo es azul, la tierra es blanca.

Era una sensación curiosa, como si me hubiera comprado un reloj nuevo y no quisiera quitar el plástico adherente que protegía el cristal
[…] Cuando coincidíamos en la taberna y nos tratábamos como perfectos desconocidos, me sentía como el reloj que ha perdido el plástico adherente.
Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 299.

Kawakami es el testimonio de un Japón increíblemente diferente, trasformado, supremamente lejano al Tokio de Kawabata, pero sin esa banalidad consoladora de Murakami. Las imágenes de Kawakami parecen haber migrado sin la interferencia del ruido del jazz, hay una esencia en su escritura que parece reencarnada, por alguna maniobra del karma, directamente de Matsuo Bashō y de Kawabata, pues, hay una armonía dolorosa, preciosa, Kawakami es un como un árbol tupido al que vuelan las mil grullas de Kawabata al atardecer de la literatura japonesa.

Eso sí, esta no es más la casa de las bellas durmientes, en donde los ancianos duermen con mujeres sedadas, en Hiromi Kawakami presenciamos una voluntad que empieza en la escritura y termina en la sensualidad, ¡las mujeres también tienen la vocación de la soledad!

El coche del tabernero era un turismo blanco. No tenía nada que ver con los modelos aerodinámicos que circulan por la ciudad hoy en día. Era un sencillo coche viejo y compacto de los que solían verse antes.
Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 339.

Podemos hablar de la novela misma como del coche blanco del tabernero. La de Kawakami no es literatura aerodinámica, como los catálogos de autos BMW y Audi de los que habla Murakami, se trata de un viaje disminuido por la belleza del paisaje. Con la frescura de una primavera que no es una vejez ni una añoranza de una literatura del pasado, de la vieja tradición japonesa, se trata más bien un circulo de estaciones de la literatura japonesas, en donde Kawakami es una nueva primavera, sus flores son realmente esbeltas.

—Este termo me lo regaló un alumno. Es una antigualla fabricada en América, pero es de mucha calidad. El agua de ayer todavía se mantiene caliente.
Kawakami, H., El cielo es azul, la tierra es blanca, 2001, p.p. 102.

Ahora, la traducción de la editorial catalana Acantilado logra que el español sea ese recipiente metafórico del Maestro, en donde el lenguaje permanece como el agua caliente, así mismo, las imágenes permanecen fuertes, sin el enfriamiento de la traducción, conservada, sin la contaminación aparente de una lengua radicalmente extranjera. Casi, podemos leerla con la misma limpidez que leemos los poemas sagrados del sacerdote Dôgen:

En primavera, flores de cerezo;
en verano, el cuclillo.
En otoño, la luna, y en invierno,
la nieve fría y transparente.



________________________________________

KAWAKAMI, H., al cielo es azul, la tierra blanca, en la traducción de Marina Bornas Montaña, 2011; Barcelona, Acantilado.
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Elhada_helada
 09 February 2020
Delicadeza...
Es que a mí me sobran las palabras con esta lectura.
Yo me quito el sombrero que jamás llevo ante la prosa, en apariencia simple pero en realidad poética, de Hiromi Kawakami.
Si hay algún 'pero' (que no defecto) en esta obra es la sensación de vacío que experimentas al acabarla, pues sabes, a ciencia cierta, que difícilmente leas algo igual en mucho tiempo.

Puede que esta 'reseña' sea demasiado breve pero es que a mí hoy me sobran, pero también faltan, las palabras.
D
E
L
I
C
A
D
E
Z
A
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seempiterna
 14 November 2019
Hace poco encontré de casualidad a una chica que acababa de terminar este libro y se había quedado decepcionada después de las ganas que le tenía. Me ha pasado exactamente lo mismo. El estilo de la autora es bueno, pero sus personajes me han parecido fríos, con acontecimientos que no tenían lógica a medida que avanzaba la historia. El final bastante indiferente también.
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Diana20
 28 August 2019
Lo primero que quiero destacar de Hiromi Kawakami es su estilo narrativo reflexivo y pausado. al igual que cuando leí "Amores Imperfectos", la autora se centra en las emociones de sus personajes y en sus reflexiones, aportándole ese estilo tan intimista. Y esto es algo que admiro profundamente de la literatura japonesa -que es la única que he leído hasta el momento de la literatura asiática-, porque saben apreciar los silencios y plasmar las emociones más puras de cada uno de sus personajes.

Hiromi Kawakami me ha sorprendido en esta novela. Me ha gustado mucho como me ha mantenido en tensión durante toda la historia hasta su desenlace, además de que me ha enamorado profundamente de su estilo narrativo y su forma de llevar las novelas; centrándose en el diálogo.

La historia gira entorno a nuestros dos protagonistas, quienes se encuentran por casualidades del destino en un bar que suelen frecuentar mucho. Desde el principio ya veía venir que Kawakami me iba a hacer esperar para saber que ocurría realmente con ellos dos y ese magnetismo que tenían ambos.

La relación entre ambos me gustó muchísimo porque se centraba en compartir momentos juntos y en empezar a dejar atrás el pasado para seguir adelante. Y como toda historia de amor, hay pequeños percances que harán dudar a Tsukiko sobre sí debería enamorarse de su profesor y eso, le suba tensión a la historia.

Por otro lado, Tsukiko será quien nos narre la historia, por lo que conocemos su versión y sus pensamientos en más profundidad que los de Harutsuna. Aun así, gracias a sus reflexiones, me ha dado la impresión de leer la mente de Harutsuna, porque a veces era un poco predecible.

Como último punto: la ambientación. Kawakami nos sitúa en Japón, la mayor parte del tiempo en la concurrida ciudad de Tokio, pero hay momentos en los que nuestros protagonistas se desplazan hacia otras localidades cercanas, lo que me ha encantado.

Es una lectura que te sumerge en una historia basada en el respecto y en un amor que se cuece a fuego lento. La autora utiliza los diálogos y las reflexiones de Tsukiko para darle ese carácter a la novela tan intenso.

Os la recomiendo muchísimo por sus personajes y por la historia de amor que crece dentro de ellos. Es una novela que te mantendrá en tensión hasta el final y que te hará desear más y más de los encuentros fortuitos entre Tsukiko y Harutsuna
Enlace: https://lacolecciondelasletr..
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LEMB
 05 August 2019
De primeras, intriga que la editorial no proporcione una sinopsis sobre esta historia, la verdad; no sería justo que yo sí lo hiciera pero, como creo que no desvirtúa la novela saber algo, solo os diré que tenemos dos personas, que se llevan treinta años de diferencia ya que él fue su profesor de japonés en el instituto, y a ella, nuestra narradora, le sorprende encontrárselo un día en un bar, solo, como ella está; a partir de ahí empezarán a tener encuentros no premeditados, llenos de conversaciones, silencios, compartiendo más de lo que ellos mismos piensan. Nosotros iremos disfrutando de esas escenas que Tsukiko nos cuenta, de lo que implican en su vida, en la historia y en ellos como personas. Mientras leía sabía que eran personajes pero a medida que avanzaba en mi lectura, se iban haciendo más reales para mí, más cercanos.

Es una de esas historias pequeñas que se construyen a partir de un encuentro. El libro acaba resultando una historia de amor pausada, tranquila, diferente y, para mí, inesperada en cierta manera. Sé que es lo que es porque el subtítulo ya me lo indica pero, realmente, no he tenido la sensación de que me llevara por ahí. Es la historia de alguien que se encuentra con alguien, y siente compañía dentro de sus diferencias. Podría hablaros de muchos temas distintos tras esta lectura: el texto, los personajes, las palabras, la vida, la verdad, la mentira, el amor, la compañía, la soledad, las expectativas, el significado de las cosas, cómo es él (ese profesor de casi setenta años, solitario, inteligente, tranquilo, a quien le gusta beber tanto como a ella), cómo es ella (38 años, solitaria, rara, extraña, seria y, curiosamente, íntima y sensible, a la que también le gusta beber), cómo son ellos juntos, cómo es su vida antes y después...

Me ha gustado porque el ritmo es pausado, no tanto por el texto o la lectura sino por el devenir de la historia; yo diría que es fluía pero pausada, y no me cuenta nada extremo, radical, no rompe ni hastía. he leído el texto como si sus palabras me acariciaran. Estas historias pequeñas me gustan. No he llegado a llorar pero lo podría haber hecho; creo que tiene mucho sentimiento el libro y mantiene siempre al lector en un nivel de atención y sensaciones alto. Ha sido maravillosa.

Como os he dicho, creía que iba a ser un texto un poco más pesado de leer pero es muy fluido, muy fácil y se lee con rapidez. Hay que leer entre líneas para hacerte una composición de todo, ya que parece que dice poco pero en el fondo nos están contando muchas cosas. Pocos personajes, muy reservados, sin grandes diálogos pero esenciales. Hay radica la magia de esta historia.

Me gustaría destacar la simbología de la bebida que yo he percibido en la novela. Si tradicionalmente la bebida tiene un significado social, en la que se comparte algo con más gente, en esta novela el sake se relaciona con soledad, ya que la bebida la comparten con ellos mismos; desde el comienzo, cuando coinciden, ellos beben, juntos, pero lo hacen de manera individual, no como acto social, no para compartir. Esto puede que os parezca una tontería pero para mí ha sido muy significativo en la manera que tienen de interactuar.

Personalmente, no he llegado a entender a la protagonista; puedo sentir su soledad, esa frialdad en la que vive, esa distancia que pone con la gente; puedo sentir todo eso, pero no llego a entenderla: ¿por qué es así? ¿qué la motiva? ¿por qué tiene esa necesidad de mentir, de esconderse tras las palabras? Me ha resultado alguien muy distante y eso ha hecho que me cuestione muchas cosas.

En una conversación que mantiene con una persona, ella se dice a sí misma «estaba haciendo un gran esfuerzo por esconder mis opiniones», frase que define al personaje, que nos indica cómo es ella, excepto cuando está con él. Y yo me vuelvo a preguntar: ¿por qué actúa así? ¿por qué se deja llevar? ¿por qué parece que nunca hace lo que realmente quiere hacer? ¿por qué parece que nunca dice lo que realmente quiere decir?

En resumen, me ha gustado mucho, la he disfrutado muchísimo y se merece una relectura para volver a disfrutar de esos pequeños detalles que la autora nos proporciona como pinceladas de un lienzo mayor que ese esa relación que aparece para dar sentido a todos los silencios, a todas las carencias y a todos los porqués.

Solo decir que el título original tiene más sentido en el conjunto global de la historia: El maletín del maestro.
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