No había luna. Las estrellas, en cambio, parecían casi demasiado numerosas para ser reales, tan brillantes y tan cercanas que uno esperaba verlas caer y precipitarse en el vacío.
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No había luna. Las estrellas, en cambio, parecían casi demasiado numerosas para ser reales, tan brillantes y tan cercanas que uno esperaba verlas caer y precipitarse en el vacío.
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El hilo se hila en la nieve y se teje en la nieve. Y es la nieve la que blanquea la tela. Toda la fabricación empieza y acaba en la nieve.
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En algún lugar de su corazón, sintió que se formaba una pregunta con tanta nitidez como si estuviera corporizándose frente de él: ¿qué relación había entre la mujer que su mano comenzó a recordar durante el viaje y aquella con cuyo ojo se había reflejado la luz de la montaña?
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Shimamura sintió un escalofrío que le erizó hasta la piel de las mejillas. Las primeras notas abrieron un vacío transparente en sus entrañas, donde reverberaba el sonido del samisen. Sobrecogido hasta la reverencia, inundado de una oleada de remordimiento e indefensión, no tuvo más opción que entregarse a esa corriente, al placer de ser transportado por Komako adonde ella quisiera llevarlo con su música. (...) ella tocaba el samisen como si estuviera en el escenario ante un enorme auditorio.
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Shimamura seguía obsesionado por esa mirada, que le ardía en la cara con la misma belleza inexpresable que el atardecer anterior, cuando el destello que venía de las montañas se unió con el reflejo del rostro de ella en la ventanilla del tren. Apuro el paso, mientras su memoria convocaba una tércera imagen, la del reflejo de la nieve enmarcando las mejillas de Komako en el espejo donde ella verificaba su maquillaje, aquella misma mañana.
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No puedo quejarme.A fin de cuentas,sólo las mujeres son capaces de amar de verdad
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Moby Dick, Herman Melville