País de nieve de Yasunari Kawabata
Shimamura sintió un escalofrío que le erizó hasta la piel de las mejillas. Las primeras notas abrieron un vacío transparente en sus entrañas, donde reverberaba el sonido del samisen. Sobrecogido hasta la reverencia, inundado de una oleada de remordimiento e indefensión, no tuvo más opción que entregarse a esa corriente, al placer de ser transportado por Komako adonde ella quisiera llevarlo con su música. (...) ella tocaba el samisen como si estuviera en el escenario ante un enorme auditorio.
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