Ante El Espejo

Hay libros de los que uno no sale como ha entrado. Hay libros que se cuelan en el lector, llegan a lo más hondo de sentimientos y vivencias, que se confunden en el océano de la memoria, y agitan todo. Lo agitan hasta que nada queda igual. Hay que advertirlo. Cuesta despegar «lo nuestro» de la tinta. Y la tinta de «lo nuestro».

Ante el espejo (Automática Editorial, 2013), de Veniamín Kaverin presenta a Liza y Konstantín, dos jóvenes que, tras encontrarse, se enamoran profundamente, pero deben separarse de forma irremediable. Por eso intercambian cartas y más cartas durante años. Mientras se desencadena una guerra mundial, la revolución rusa, el periodo de entreguerras, el exilio, la miseria, el dolor y la pérdida. Un trozo de vida que sostenemos entre nuestras manos, que enlaza la existencia particular de los personajes con el contexto histórico de cada etapa con precisión y emoción. Sin una fisura.

Kaverin, como se explica en el prólogo, toma la correspondencia real entre 1910 y 1932 del matemático Pável Aleksándrovich Bezsónov y la pintora Lidia Andréyena Nikanórova, Konstantín y Liza en la novela. Y la manipula, la reconstruye, fundiendo realidad y ficción, creando esta historia de amor, íntima, pero también universal. El lector se enamorará de las ilusiones de Liza y tratará de rellenar los silencios entre sus cartas. Además, el relato se torna una reflexión sobre el arte, sobre la mentira, sobre cómo se cuenta la historia y la forma en la que enfrentarse a todo ello.
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