Eran incontables las lunas que brillaban sobre sus azoteas, o los mil soles espléndidos que se ocultaban tras sus muros.
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Eran incontables las lunas que brillaban sobre sus azoteas, o los mil soles espléndidos que se ocultaban tras sus muros.
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Todo quedó en silencio, salvo por los disparos que se oían en las colinas y su propio corazón que palpitaba con fuerza en su vientre, en sus ojos, en sus huesos.
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Para recordar cuánto sufren las mujeres como nosotras—había dicho—. Con cuánta resignación soportamos todo lo que nos toca sufrir.
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Es lo que nos toca en esta vida a las mujeres como nosotras. Resistimos.
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Sabes lo que les dijo a sus esposas para defenderse? Que yo lo había obligado. Que era culpa mía. Didi ¿Lo entiendes? Eso es lo que significa ser una mujer en este mundo.
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Allí el futuro carecía de importancia y el pasado sólo contenía una lección: que el amor era un error dañino, y su complice, la esperanza, una ilusión traicionera.
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En los alféizar de las ventanas hay flores plantadas en casquillos de antiguos misiles muyahidines; flores misil, las llaman en Kabul.
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Como la aguja de una brújula apunta siempre al norte, así el dedo acusador de un hombre encuentra siempre a una mujer
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Eran incontables las lunas que brillaban sobre sus azoteas, o los mil soles espléndidos que se ocultaban tras sus muros.
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Los chicos, comprendió, se planteaban la amistad de la misma forma que el sol: daban por sentada su existencia y disfrutaban de su resplandor, pero nunca lo contemplaban directamente.
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Gregorio Samsa es un ...