La única ventaja de quien nada posee es que poco puede echar de menos.
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La única ventaja de quien nada posee es que poco puede echar de menos.
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Sabían lo que les esperaba en el pueblo: trabajo duro, de sol a sol y con poca sombra para los varones; matrimonios precoces y preñeces continuas para ellas. Y no querían eso.
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A veces hay que abrazar la oscuridad para poder ganarse la luz.
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Cada uno a su manera, ambos eran víctimas de unas calles, de un ambiente y de un mundo que aún no estaban preparados para enfrentarse a ciertos retos educativos. En el fondo fue un fracaso de todos: de las familias y del colegio.
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Había otra regla no escrita que señalaba que «en las cosas de dentro de las casas nadie debía meterse», así que el mundo en general aprendió a mirar hacia otro lado cuando se cruzaba con la pobre Rosi y le veía los moratones de la cara, y los vecinos sólo se quejaban si las broncas y sus llantos les fastidiaban la siesta.
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Si los impíos tenían un lugar reservado en el infierno, los chivatos merecían arder lentamente en él, abrasarse en el fuego de la penitencia, durante toda la eternidad. Lo habíamos aprendido en la calle, que es donde se aprenden las cosas importantes, las que sirven para algo.
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La nostalgia puede ser peligrosa, una enfermedad fácil de contraer que sólo se cura con el olvido y para la que uno debe vacunarse con una dosis extra de frialdad
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Los muertos desaparecen de verdad cuando ya no queda nadie que los recuerde
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Acaba de descubrir que el odio tiene mucha más memoria que el amor
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Eso es algo que él entendió hace años. El arrepentimiento no tiene cabida, porque los actos tienen consecuencias.
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10 negritos