Temo sobre todo no estar a la altura, porque a pesar de que conozco la verdad, seguramente mejor que sus propios protagonistas, también soy parte implicada en el asunto. Sé lo que vi, lo que conté; sé también cuándo mentí y por qué lo hice, y quiero que este texto, que nunca verá la luz, sea tan sincero como sus protagonistas se merecen. Al menos les debo eso, a todos: a ellos, a sus padres, a los míos, al barrio en general. Y ahora que la historia ha vuelto a empezar, después de una pausa de casi cuarenta años, es más importante que nunca explicar bien el pasado, los orígenes de un crimen cuyas consecuencias se extienden hasta hoy como ramas torcidas de un árbol de raíces secas.
|