La historia de Narciso y Goldmundo, dos personalidades muy diferentes pero complementarias, la cara y la cruz de una misma moneda, relatada a través de una bellísima voz narrativa. Hermann Hesse publicó esta novela en 1930, tres años antes de haber publicado “El lobo estepario” y ocho tras “Siddharta”. Después de haber leído ambas novelas, en “Narciso y Goldmundo” me he vuelto a encontrar con algunas de las ideas e inquietudes del autor dotadas de una sensibilidad y delicadeza aún más pronunciadas. Leer este libro ha sido revivir sensaciones y emociones que ya experimenté anteriormente a partir del estilo de Hesse. Esta obra está impregnada de la espiritualidad y hermosura que esconde “Siddharta”, así como de su tono evocador y legendario. Por otro lado, la simbología y las imágenes oníricas de “El lobo estepario” emergen de nuevo en este escenario idílico, ambientado en la Edad Media, en el que Narciso y Goldmundo tratan de encontrar el sentido de su existencia, huyendo de un amor que consideran prohibido, e intentando buscar refugio en sus vocaciones. Narciso representa la rectitud, la razón y se hunde en la soledad y la meditación que le proporcionan la vida monacal, para intentar comprender el mundo que le rodea. En Goldmundo se manifiestan la imperfección, la pasión, las debilidades y defectos humanos, pero también la inocencia y la desesperación. Hermann Hesse produce textos verdaderamente preciosos, con reflexiones profundas y alegorías en las que la naturaleza y el amor a todos los seres vivos son el pilar principal. Esta lectura se ha convertido en una experiencia muy enriquecedora, ideal para integrarla en nuestro interior a pequeños sorbos, saboreando cada palabra. El alma humana aparece siempre dividida entre la ciencia y el arte, lo racional y lo emotivo, lo pacífico y lo trágico. Pequeñas diferencias y senderos diversos se abren paso ante nosotros, provocando luchas internas y conflictos, poniéndonos constantemente a prueba y obligándonos a dividirnos en “Narciso” y “Goldmundo”, dos contrarios unidos por el único sentimiento que le da sentido a todo: el amor. + Leer más |