¿Era aquello el socialismo: los campos de Kolimá, el canibalismo durante la colectivización, la muerte de millones de personas? A veces, de los recovecos profundos de su conciencia emergían otros pensamientos: el terror había sido demasiado inhumano y demasiado grandes los sufrimientos de los obreros y los campesinos. Sí, sí, había pasado la vida inclinándose, obedeciendo, con miedo al hambre, a la tortura, a los campos de prisioneros siberianos. Pero también había habido otra clase de miedo: el de recibir que había rojo en lugar de caviar negro. Y por aquel vil miedo, el miedo del caviar, fueron sacrificados los sueños de juventud de los tiempos del comunismo de guerra. Era preciso no dudar, votar sin miramientos, firmar. Sí, sí, el miedo por el propio pellejo y el miedo a perder el caviar negro habían alimentado su fuerza ideológica.