Disturbios

Me estoy volviendo muy blandito. Siempre me han parecido tristemente conmovedores esos edificios abandonados y semiderruidos que se pueden ver a las orillas de las carreteras y que irremisiblemente me arrastran hacia aquellos estados de alegría y esperanza que seguramente envolverían a los originales propietarios en los momento inaugurales. Por ello, aunque me había recomendado el libro alguien a quien respeto muchísimo, fue la sinopsis de la contraportada la que terminó convenciéndome de su lectura. En ella se nos describe el escenario en el que transcurre la novela como un viejo hotel de pasado esplendoroso y marchito presente envuelto en "Una atmósfera de cambio, inseguridad y deterioro", en un claro paralelismo con la situación que en aquellos momentos vivía el gran imperio británico. Estamos en la Irlanda de 1919-1921, tiempos de “disturbios” entre el Sin Féin/IRA y el ejército inglés, en un contexto mundial de posguerra, de luchas raciales en EE.UU., de atroces actos de los bolcheviques en Rusia, de la toma de la ciudad de Fiume por parte de D'Annunzio, de la aparición de Gandhi en la India, de revueltas en Sudáfrica, Oriente Medio…

Con una buena carga de humor, elegancia y enorme poder de sugerencia (uno se siente muy inteligente a su lado, con mucho que aportar a la lectura, aunque seamos conscientes de que nos está llevando por donde quiere), el autor nos presenta el conflicto irlandés, que ¡Ay! tanto me recuerda conflictos más cercanos (“En Irlanda debe usted elegir su tribu. La razón no tiene nada que ver con eso” ), en un tono que trae a la memoria esas películas que han proliferado en los últimos tiempos del tipo Bienvenidos al norte. En este caso el norte es Irlanda, el viajero es inglés, y yo, que no soy ni lo uno ni lo otro, seguramente me habré perdido parte del encanto de la novela derivado del choque cultural que aquí se describe. Pero la novela tiene encanto de sobra, ese no fue un problema.

Otra buena parte del encanto que sentí tiene también su raíz en mi blandengue estado actual que me ha hecho enternecerme con la historia de amor entre el comandante Brendan Archer y la tocapelotas, y aun así atractiva, Sarah. Me ha conmovido ese juego del ratón y el gato tan inocente al que se creía expuesto el muy inocente comandante, atrapado en el hotel por un arraigado sentido del honor que le hará hacerse cargo de él, su total inexperiencia con las mujeres (“Las mujeres tienen unos gustos horrorosos en lo que se refiere a los hombres.” ), su caballerosidad llevada hasta el absurdo, su amor puro y de otra época.

“La comprendía muy bien cuando ella no estaba ya presente; solo tenía cierta dificultad para entenderla cuando estaban juntos.”

Una buena novela que para mi gusto habría sido verdaderamente grande si antes hubiera hecho una estricta dieta de adelgazamiento que mejorara su riego y su latido. Aun así, las carnes son prietas y apetecibles.