Jara se levanta en el pequeño altillo que ha alquilado en Calatayud. Estuvo a punto de hacerse trampa cuando le tocó ese destino. No conocía el lugar, nunca había estado antes pero comprendió que, de alguna manera, había imaginado un sitio en la costa, tal vez, pensaba, porque el mar consuela nuestros esfuerzos y crea la sensación, aunque sea superficial, de que al fin se ha llegado, como si pudiera poner una firma debajo de las cosas.
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