Dejar de tener miedo no quiere decir necesariamente haberse vuelto valiente. Dejar de tener miedo puede significar, sencillamente, que el miedo nos ha abandonado, y que en el lugar en el que antes estaba el miedo ahora hay un vacío.
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Dejar de tener miedo no quiere decir necesariamente haberse vuelto valiente. Dejar de tener miedo puede significar, sencillamente, que el miedo nos ha abandonado, y que en el lugar en el que antes estaba el miedo ahora hay un vacío.
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Las ciudades están hechas de estratos superpuestos de las distintas épocas en que las hemos habitado. Es famoso eso que dijo Proust: “las casas, los caminos, los paseos, desgraciadamente son tan fugitivos como los años”. Nuestra memoria permanece a veces en un estrato y otras en otro. Se posa sobre ellos como un pájaro. Pero en las ciudades en las que hemos crecido, en los lugares que hemos observado en la adolescencia o en la infancia, nuestra memoria se detiene más a menudo y con más detenimiento. Reencuentra intacta la curiosidad, la impaciencia, la aversión, el miedo y la expectación de esa primera mirada.
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Leer versos y escribirlos era el único modo de amar la vida, aquella vida hostil e imposible de amar que tenía frente a mí, el único modo en que me permitía hacer algo extraño, algo secreto y misterioso donde todo tenía sentido. Fue así como conocí los bienes de la existencia.
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Cuando caminas por la calle, no hay nadie a tu lado, cuando tienes miedo, nadie te da la mano |
Gregorio Samsa es un ...