Descubrimos nuestra mutua antipatía y el hallazgo nos agradó a los dos. Cuando las personas tienen algún valor, ese tipo de aversión es un buen punto de partida para la amistad.
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Descubrimos nuestra mutua antipatía y el hallazgo nos agradó a los dos. Cuando las personas tienen algún valor, ese tipo de aversión es un buen punto de partida para la amistad.
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No se hablaba de otra cosa en la ciudad. En eso reside el encanto de una ciudad pequeña, en que todo el mundo comparte los mismo acontecimientos.
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En eso reside el encanto de una ciudad pequeña, en que todo el mundo comparte los mismos acontecimientos.
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...me regaló un cráneo para que lo pusiera en la librería, donde coloqué los libros de medicina en los anaqueles más visibles, mientras que los de la señorita Austen, Dickens y Thackeray se ocupó de disponerlos el señor Morgan con estudiado descuido, boca abajo o con el dorso contra la pared.
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He notado que la gente le coge cariño al estilo que estaba de moda cuando eran beaux y belles y recibían la máxima admiración. No aceptan que han perdido la juventud y la belleza, y consideran que la moda dominante no les favorece.
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El fuego ardía alegremente. Mi mujer acababa de subir a acostar al bebé. Charles estaba sentado delante de mí, bronceado y muy atractivo. Era agradable saber que íbamos a pasar varias semanas juntos, bajo el mismo techo, cosa que no habíamos hecho desde que éramos unos críos.
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Identifíquese con sus pacientes, querido señor. Estoy seguro de que hay simpatía en su buen corazón para dolerse sinceramente cuando les oye relatar sus males, y a ellos les tranquiliza ver esta expresión de sentimientos en sus modales. Lo cierto, señor, es que son los modales los que hacen al médico.
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Me fastidió el empeño del señor Morgan en elogiarme, pero ví que lo hacía con la mejor intención, que intentaba favorecerme en todos los aspectos delante de la señora Munton, sabiendo que ni el pregonero tendría más oportunidades que ella de divulgar hasta el último detalle de mi vida.
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Con unas tosecitas indescriptibles y unos ruidos titubeantes, me hizo saber, cuando volví, que mi indumentaria no era de su agrado. Yo estaba listo, con los guantes y el sombrero en la mano. pero él seguía sin disponerse a que emprendiéramos la ronda. Me puse muy colorado.
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Me dejaron solo en aquella sala de estar. Era tan hogareña que capté de golpe todo el encanto de esa expresión.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises