Las confesiones del señor Harrison de Elizabeth Gaskell
Con unas tosecitas indescriptibles y unos ruidos titubeantes, me hizo saber, cuando volví, que mi indumentaria no era de su agrado. Yo estaba listo, con los guantes y el sombrero en la mano. pero él seguía sin disponerse a que emprendiéramos la ronda. Me puse muy colorado.
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