Querrás vivirlo todo, y sé que lo harás, pero las personas vienen y van, son efímeras. Solo tú vas a permanecer a tu lado. Viniste sola y sola vas a marchar, como yo. La soledad es tu fortaleza, querida hija.
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Querrás vivirlo todo, y sé que lo harás, pero las personas vienen y van, son efímeras. Solo tú vas a permanecer a tu lado. Viniste sola y sola vas a marchar, como yo. La soledad es tu fortaleza, querida hija.
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Soy más que las cosas malas que me suceden. Porque siempre te has sentido como una hoja al viento a merced del destino y tienes la edad y tienes dinero y tienes una profesión, aunque no sea legal y no tengas ni idea de como ejercerla.
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Porque amo los libros, pero los amo por su contenido, por las letras, por las palabras, por las historias que cuentan, por lo que hacen sentir a un lector. Esa es la esencia de los libros: transmitir historias, permitirnos vivir otras vidas de manera vicaria durante unos días. Acabé aborreciendo el negocio del coleccionismo de libros porque lo importante era el continente, el elemento físico, el soporte: qué impresor dejó su colofón, en qué imprenta, en qué ciudad, en qué año se imprimió. O si el papel está intonso, algo que no soporto, porque significa que el libro no ha sido desvirgado y ningún lector lo ha leído. Entonces, ¿para qué fue escrito, para qué fue publicado?
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-Porque amo los libros, pero los amo por su contenido, por las letras, por las palabras, por las historias que cuentan, por lo que hacen sentir a un lector. -Si bien la inteligencia tiene un límite, la tontería y la malicia no tienen fondo visible o alcanzable. -Soy más que las cosas malas que me suceden. |
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Nadie posee un libro para siempre, las personas son efímeras, acaban muriendo. Un libro no muere, es mucho más longevo, y todos somos sus custodios temporales.
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Me imaginé a un enfermo Francisco de Goya, trabajando en sus grabados, en su época más oscura, sin saber que, siglos después, el producto de tanto esfuerzo creativo, se deterioraba crucificado en un local de un avaro coleccionista.
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Titivillus. Era un demonio medieval, su principal cometido era recopilar los errores de los copistas. Cargaba con un hatillo de libros a su espalda y los esperaba en el Infierno, en el Juicio Final. Parece baladí, pero en el Medievo la creencia de su existencia se generalizó y los escribas lo temían, así que estaban atentos a no cometer faltas de ortografía.
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Aquí ofrezco el alma de los libros, y ellos curan el alma de mis pacientes, de mis clientes lectores. Todos estamos un poco perdidos, todos estamos un poco heridos. No conozco una medicina mejor, sin efectos secundarios, sin química. Solo la voz de un desconocido que se ha dejado la piel escribiendo una historia que condensa lo que ha aprendido de la vida por si te sirve a ti. Mira alrededor, tantos maestros, tantas mentoras... Tenemos miles de conclusiones de vida alrededor cuando entramos en una librería y millones de seres humanos descartan adquirir esa sabiduría, esa cadena de lecciones que se remonta al Paleolítico.
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Aquí termina tu caza, aquí empieza la mía
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10 negritos