Gabo y Mercedes: una despedida

Hay cartas de amor que no se envían. Cartas de amor que se escriben cuando su destinatario ya no respira. Otras que arden en cuanto se firman, como las versiones no publicadas de una novela que los lectores han devorado durante décadas. Hay cartas de amor que son una despedida. En ocasiones, un homenaje. A veces, una manera de compartir ese peso que ha dejado en nosotros el dolor del adiós

Gabo y Mercedes: una despedida (Penguin Random House Grupo Editorial, 2021), es esa misiva que Rodrigo García dedica a sus padres cuando ya no están en este mundo para poder leerla. En ella aparecen recogidos los últimos días del escritor Gabriel García Márquez, aquejado desde hacía un tiempo de una demencia que le hizo olvidar sus propias obras, asomarse a sus páginas, como si fuera la primera vez, y sombrarse encontrando su propia fotografía al final.
El reto del hijo es aunar al Gabriel padre y al Gabriel autor, al hombre y al mito. Enfrentarse a que ese que yace en una cama hospitalaria en la habitación de invitados del 144 de la Calle Fuego. Hacerlo sin artificios. Colocar al lector a su lado. Y que duela. Porque el vacío produce una angustia que hiere. Y agrieta la realidad.

Se escapa Gabo rodeado de enfermeras, auxiliares, con su secretaria, doctores que entran y salen. Con sus hijos, que no terminan de asumir que continúe floreciendo el jardín mientras su padre agota su tiempo. La vejez es cruel. La conciencia de que cada día era uno menos ya lo atenazaba, llenándolo de pena, y lo reconocía, con toda sinceridad. Sin perder nunca el sentido del humor. Ni el exquisito placer de contar. de seducir.

Mercedes Barcha, que nunca sería la viuda, porque siempre tuvo su propia identidad, dio la orden de que nadie llorara ya que está historia también le pertenecía. Y como la Jefa Máxima que era, ejerció de matriarca de los García-Barcha, sin dejar de fumar y de dirigir al clan, hasta su muerte, en agosto de 2020. Preguntando cuándo terminaría una pandemia que aún la sobrevive.

En Cartagena, dentro de la base de un busto del escritor, se encuentran sus cenizas, hasta entonces, custodiadas en la casa familiar. Y, como bien sabe Rodrigo, allí seguirán, tal vez siglos, seguramente continuarán cuando todos nos hayamos ido. Igual que perviven sus obras y que nos encuentran en el metro, en el aula, en la tumbona de al lado. Porque la literatura siempre gozará de la suerte de la inmortalidad.
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✒️ Existen libros que no fueron creados para bestseller. Y no lo serán cumpliendo el deseo de su autor.
✒️ Pero siempre habrá obras escogidas para llenar un momento, un instante, reforzar una imagen, ampliar un detalle,...
✒️ Este veterano lector ha crecido entre tebeos, libros, novelas, estudios, relatos, cuentos,... y aprendió a distinguir en la gran tarta - él que es diabélico- de biografías, estudios o trabajos sobre un personaje esa guinda, ese minúsculo detalle imprescindible para conocer a dicha persona.
✒️ Su autor, Rodrigo, es el primogénito de Gabriel Eligio García y de Mercedes Raquel Barcha. Y en su obra no aporta más datos sino más humanidad a la figura de su progenitor.
✒️ Ante una figura como Gabriel García Márquez, tan grande, tan reconocido, tan valorado... agradecemos esas notas que nos muestran al esposo, padre, abuelo, amigo,... al hombre
✒️ al que afirmaba que "nada interesante me ha pasado desde los ocho años", cuando dejó la casa de sus abuelos en Aracataca, el mundo que inspiró toda su gran obra literaria.
✒️ Este lector recordó una casa, un patio, una azotea donde la vida salió a su encuentro. Era en la calle "de la Feria"

Porque "el que lo hereda no lo hurta", una de mis mejores lecturas de este verano ha sido este hermoso libro escrito por el hijo de Gabriel García Márquez en el que cuenta sobre los últimos días de vida del querido Gabo.
Nunca pensé que conocería detalles de esos días tan tristes y tan íntimos, pero le agradezco a Rodrigo García el haber expuesto en papel una parte tan difícil de su vida familiar y que haya contado con tanta elegancia y honestidad sobre esos últimos momentos con su padre.
Es un libro difícil de leer, por el conocimiento de cómo fue desapareciendo poco a poco el genio creador de tantas historias entrañables, y es un libro difícil de escribir por el peso enorme de perder a un padre que ha sido una figura tan influyente y atrayente para tantos lectores del mundo entero.
Perder al Gabo dolió mucho; conocer cómo murió duele un poco más, pero le agradezco a Rodrigo García por compartir el dolor de ésta pérdida de la cuál, después de leer estas páginas, somos parte también. Gracias por acercarnos más al Gabo que tanta sabiduría nos dejó en sus obras, y hacernos sentir como si hubiéramos perdido también un padre o un abuelo que ya no nos contará historias jamás. Gracias por compartir fotos familiares tan bonitas y por rememorar en este relato parte de la simbología en la obra de su padre, como el amarillo de las mariposas y las rosas, que tanto le gustaban.
Finalmente, Rodrigo García comparte también sobre la pérdida de su madre y deja muy claro que ella nunca fue una extensión del Gabo, sino una institución en sí misma, la "Jefa Máxima" de la familia. Detalles como éste son los que hacen de este relato uno tan conmovedor.
Este es un libro contado con mucha valentía y candidez. Rodrigo García; espero que en el futuro continúe contando historias y llenando de orgullo a su padre; creo que éste cuenta como el proyecto que no llegó a completar con él.


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