Si alguien piensa que el tema central de este libro consiste en una defensa a ultranza del vegetarianismo, se equivoca. De hecho, esto es solo la excusa para plantear una temática mucho más compleja.
Cuando Yeonghye, la protagonista, decide dejar de comer carne, no lo hace en función de profundos planteamientos éticos o espirituales. Su actitud responde, más bien, al deseo de subvertir el orden establecido, primero en su casa; luego, en su familia; y, en última instancia, en la propia sociedad.
El libro se divide en tres partes:
- La primera de ellas está narrada por el marido de Yeonghye, un individuo egoísta y mezquino que considera a su mujer una especie de "bien ajeno" del que puede disponer para su uso y disfrute cuando se le antoje. Aquí podemos encontrar, entremezclada con la del marido, la voz de Yeonghye, que da cuenta de sus sueños, visiones y recuerdos espeluznantes (el episodio del perro es, posiblemente, uno de los más crueles y perversos de la literatura universal). Esta es la forma que tiene la autora de darnos algunas pistas sobre las razones (nunca formuladas de manera explícita) de los cambios que va sufriendo la protagonista.
- En la segunda parte, Yeonghye vuelve a verse cosificada por su cuñado, que la convierte en su objeto de deseo.
- La tercera parte es, sin duda, la más humana. En ella, toma relevancia el personaje de su hermana -tan infeliz, sola y prisionera como la propia Yeonghye- y que, quizás (no queda del todo claro), es la única que logra entender la actitud de "la vegetariana", pues ambas han tenido que soportar la misma violencia. Y, aunque el final queda abierto, es posible que, en ese entendimiento de la hermana, exista el único atisbo de esperanza de toda la novela.
Es esta una obra compleja, donde los planteamientos de la autora no acaban de quedar del todo claros, al menos, a la primera. Los motivos escogidos por Han Kang merecerían un análisis mucho más detallado. Ahora bien, no es, en mi opinión, una obra redonda, a pesar de contar con todos los elementos para que lo fuera. Creo que, sobre todo en la segunda parte, Han Kang divaga y divaga porque se pierde, queriendo o sin querer, de su objetivo inicial. Según ella misma ha comentado, su labor es la de hacer preguntas, no responderlas. Pero este argumento resulta inconsistente a la hora de encajar algunas piezas en el conjunto de la novela.
Aún así, esta obra no deja de ser una genuina denuncia de la violencia y la intolerancia en cualquiera de sus vertientes y, por ello, resulta totalmente necesaria.
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