Vivir para contarla

Escribir una autobiografía no es cosa fácil. Pero hacerlo de manera novelada, Son palabras mayores., ágil, entretenida, plagada de referencias literarias, que influyeron en su escritura, las anécdotas que generaron su prolífica producción literaria .
Enmarcada en los tensos momentos político/ sociales de su Colombia natal. En su relación familiar, en sus tropiezos iniciales como gran expositor de las letras Colombianas e hispánicas.
Resulta una lectura altamente seductora, al más puro estilo de García Márquez.
Memoria , Orgullo personal y perspectiva, pueden influir , pero es irrelevante, se disfruta igual.
Solo tiene dos defectos formaba parte de una serie de libros que no se concluyó, y ... evidentemente deja con ganas de más.

Vivir para contarla, una biografía extraordinaria de Gabriel G. Márquez, autor que admiro profundamente.
La novela de su vida: infancia, juventud, obras, la vocación...
Tan importante y tan vital.
No deja nada para después... porque todo lo da, por eso es un maestro indiscutido de las letras.

García Márquez es un escritor al que ama todo lector latinoamericano, lo conocemos a través de sus reportajes, novelas, cuentos y vídeos. Lo identificamos con monumentales obras literarias como Cien años de soledad, Crónica de una muerte anunciada, El coronel no tiene quien le escriba, entre otras, pero cuando nos enfocamos en el hombre, los que no tuvimos la oportunidad de conocerlo en persona, nos preguntamos cosas sobre el ser modesto y desaliñado que fue antes de convertirse en un hombre famoso, por aquel niño de Aracataca que vivía con sus abuelos, por el periodista que escribía a máquina en rollos de papel y su jefe no le pedía cuartillas por día, sino metros. Todo lo confiesa en su autobiografía. Sus pasiones, sus temores, la inspiración de los personajes de su gran obra en su entorno familiar. Las anécdotas y pasajes ridículos de su vida. Con una modestia nada fingida nos lleva a conocer sus vivencias. Una excelente biografía que merece la pena leer para descubrir o des-mistificar al ídolo, el modelo, el héroe y quedarnos con el hombre cordial que ama la conversación sincera con un amigo y le desvela los secretos más profundos de su alma con ese aspecto modesto que nunca perdió en vida.

De literatura de supervivencia se puede calificar Vivir para contarla, la autobiografía – se preveían tres libros, pero Gabriel García Márquez los dejó en uno – del Nobel colombiano conocido a raíz de Cien años de soledad.
Biografía novelada en donde sobre todo se muestra en todo su esplendor los mil y un oficios que tuvo que desempeñar el autor de El amor en los tiempos del cólera para poder dedicarse a la profesión que había elegido.
Como en muchos autores consagrados, seremos testigos en primera persona de la oposición de su familia a que se dedicase al mal pagado oficio de las letras, y de la vida bohemia que llevó el Nobel mientras su familia creía que estudiaba Derecho.
Poco a poco, a lo largo de los cientos de páginas que tiene el libro, veremos como Gabo se va consagrando poco a poco tanto como periodista como escritor.
De recibir unos emolumentos, por pieza publicada, que no sumaban más que unos cientos de pesos, poco a poco ira logrando tener un sueldo, que si bien es cierto que no le daba para comer decentemente.
A lo largo de ese viaje – es un maravilloso viaje, con muchos ribetes románticos de la voluntad de un escritor de acabar ejerciendo como tal – veremos poco a poco como Gabriel García Márquez se consagra tanto como periodista como escritor.
Esencial para la carrera de Gabo, y así aparece reflejado en el volumen, fue encontrarse con Carmen Balcells, una avispada agente literaria catalana que catapultó a un escritor de mediano pasar colombiano al Premio Nobel de Literatura.
A raíz de ganar el Premio Nobel en el año 1982 su fama se hizo mundial y gracias a ello pudo conocer e incluso mantener amistad con importantes prohombres del panorama internacional, incluido Felipe González y Fidel Castro.
Vivir para contarla es una deliciosa lectura, esencial para jóvenes y no tan jóvenes que han decido, en un momento de su vida, que quieren ser escritores y seguramente vivir las penalidades de un escritor en ciernes.
Las páginas de Vivir para contarla me remiten a otras lecturas, la más aproximada es un interesante volumen que publicó la editorial Impedimenta bajo el título de Trabajos forzados: los otros oficios de los escritores, por obra y gracia de Daria Galateria.
Se trata de un libro delicioso donde se muestran, de mano de «primeros espadas» de la literatura mundial, de los diversos oficios que tuvieron que desarrollar para sobrevivir, y en su tiempo libre, dedicar al ejercicio de las letras.
Leer Vivir para contarla también nos permite, el mismo lo hace, «bucear» en la genealogía de los García y de los Márquez, una vida que remite a ese realismo mágico que Gabo y otros escritores latinoamericanos del Boom desarrollaron en sus libros.
Un realismo mágico que está cogido en las ciudades, en las calles y en los campos y alquerías de Latinoamérica, un tipo de vida radicalmente alejada de la racionalidad y la pulcritud de la que gozamos en los países desarrollados.
En resumen, un libro delicioso con el que a buen seguro disfrutaremos y en algunos momentos no reiremos a carcajadas y entraremos en las honduras de un escritor que logro el máximo galardón de las letras mundiales.

Vivir para contarla, un poderoso título que me atrae para perderme en sus páginas, o un mantra que tenemos que seguir durante todos los días de nuestra vida.

Gabriel García Márquez narra con todo lujo de detalles sus experiencias, sentimientos y hazañas desde que era un jovencito.

Como punto negativo he de decir que tanto lujo de detalles no casa con la edad del protagonista a comienzos de la novela, cuando ronda la adolescencia. Pero por otro lado, entiendo que sean necesarios para el lector.

Es la autobiografía del nobel, interesante, bien escrita (ésto es un pleonasmo, perdonen), pero a veces un poquito latosa. Abarca desde la infancia del prohombre hasta sus 28 años. Son 700 páginas que se leen bien, pero que por momentos se hacen arduas y a veces son divertidas. Todo muy digno de un nobel.

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