Trilogía

Este libro del Premio Nobel ha sido un reto, también un descubrimiento.
Reto porque estuve unas 15 páginas intentando entender el estilo. Corté y volví a comenzar y me subí a su ritmo, cual tambor y yo las baquetas, y así pude entender que las reiteraciones, el tono musical que no llega a ser poesía pero casi lo es, y la simpleza o "supuesta" simpleza de la propuesta, es lo complejo del estilo. Es un canto en prosa.

Descubrimiento: Porque es un experimento, es una nueva demostración de literatura, haciendo uso de todas las literaturas conocidas, que teniendo debajo de la superficie una historia sórdida, parece un cuento infantil.

¿Lo increíble?: Los giros y los saltos en el tiempo.
Brutales ambos.
Los cincos sentidos han de estar expuestos para captar que en este ahora, acaba de aparece ayer, y que el descanso en lo cotidiano, es el respiro para la nueva pedrada directo al lóbulo frontal.

Un propuesta social denuncia cuando heredas la pobreza y esto impide que dos jóvenes deban saltar muchos obstáculos para poder ser felices, combatiendo día por día por obtener lo mínimo, lo básico, y aceptando un NO por respuesta ante lo que no consiguen. Ella como espectador pasivo, él como ejecutor consagrado, planteando interrogantes desde el párrafo uno, encontrando las respuestas en el complejo pentagrama que parecía ser un reggaeton por la simpleza y terminó siendo un Vivaldi (tú elige cual de las estaciones).

Iré por otro Fosse, esto es nuevo para mi. Lo que empecé creyendo que era una burla y que el jurado del Nobel ya andaba bebiendo mucho, resultó ser una nueva forma de escribir para mi, un estilo que en su sencillez abarca una monstruosa complejidad. Es intenso comprometer al lector en esta modernidad donde la prisa dirige, haciéndote leer las mismas palabras una y otra vez ("dijo", "dice") y no desesperar, quédate hasta el final y disfrutar un nuevo modelo literario (al menos para mi).
Recomiendo a Fosse.

Me adentro en la lectura de «Trilogía», publicada por de Conatus, un tanto intimidada, sopesando cómo construye su escritura Jon Fosse. Respiro hondo, como quien está a punto de bucear en lo desconocido. Salgo impresionada de este viaje: «hoy el fiordo relumbra en azul».

Asle y Alida son dos adolescentes que están a punto de ser padres. Han dejado el pequeño pueblo donde vivían y caminan por Bjørgvin, perdidos, confusos, tratando de buscar un lugar donde alojarse.

Fosse teje una historia deslumbrante, muy bien hilada. «Trilogía» se compone de tres obras breves que originalmente se publicaron por separado. Aunque las tres forman un conjunto, hay numerosas diferencias, contrastes y peculiaridades entre ellas.

Nos encontramos una historia de amor. Un amor adolescente, pudoroso, inexperto. Una relación en la que el amor es lo único que importa. Tenerse el uno al otro es más que suficiente para superar cualquier adversidad. Hay un optimismo que sobrevuela a la pareja, una necesidad mutua que los hace inmunes.

«Trilogía» también habla de hacerse adulto atravesando un camino lleno de tropiezos, de tentaciones, de obtener lo que se desea a cualquier precio, independientemente de que sea lo correcto, pues ¿qué importa si se hace por amor? Vemos además una evolución. Hay en esta historia una representación del crecimiento del ser humano: la adolescencia, la etapa adulta, la vejez. Momentos cruciales de la vida en los que se refleja el anhelo por ver mundo, por poseerlo y la huella que ese mundo ha dejado en nosotros, su legado.

Hay numerosos cambios temporales, recuerdos que funcionan como viajes al pasado. A veces se suceden en la historia con cierta brusquedad, como algo que irrumpe ante nosotros con violencia. Otras son como una ensoñación, esa duda en la que bailamos cuando no sabemos muy bien qué es real y qué es recuerdo. Hay una percepción del tiempo un tanto circular. La sensación de algo que vuelve a su origen.

Me ha encantado cómo el autor hace uso del lenguaje y de las estructuras gramaticales para construir esta trilogía. Se omiten puntos y se fragmenta el texto mediante comas. Hay, en consecuencia, un uso abundante de conjunciones. Son los eslabones de una cadena, lo que no solo ofrece dinamismo a la narración, sino que esta se enlaza una y otra vez y evita que cojamos aire. Nos vemos arrastrados por la corriente de la historia. Personalmente, esta característica de la obra me encanta. Me parece un enorme acierto cómo se conecta la historia en lo que cuenta y en su estructura desde los símbolos más simples. Todo ello podría parecer complejo, dificultoso, pero una vez superas las primeras líneas, ya estás dentro.

Para Jon Fosse escribir es como rezar. Y yo he tenido esa sensación durante la lectura. La historia que comienzan Asle y Alida parece una oración. Una letanía delicada y profunda en la que nos vemos inmersos.

Y vosotros, ¿ya habéis leído a Jon Fosse?
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El continente parece el envase de un medicamento, el contenido debería recetarlo la seguridad social.

La forma de narrar es como una larga liturgia en la que se repiten palabras y frases intercaladas de reveladores silencios.

Lo contado es sórdido, aunque se inicie con un remedo de la bíblica búsqueda de hospedaje por José y María. Si bien este José no es de los que se conforme con un no y no hay reyes que realicen ofrendas, la historia sí que tiene un algo de cuento infantil para adultos, por la sencillez de su fraseo, por la ausencia de adornos o dobles sentidos, por lo primitivo de unos actos que solo responden a necesidades inmediatas, a miedos ancestrales, a morales inmutables y despiadadas, por un destino marcado por la pobreza heredada actuando de forma implacable, en el que la fuerza de lo inevitable hacen inútil cualquier esfuerzo por evitar la fatalidad, en el que pasado y presente, muertos y vivos, conviven de forma natural y marcan el devenir.

Un Nobel que por esa mezcla de tradición y vanguardia estoy seguro de que me dará más de una alegría en el futuro.

«Nunca he podido escribir cuando bebía. Me volvía sentimental, perdía precisión, agudeza, foco, claridad»
 
Esta frase, con la que comienzo, es el titular de El País del 11 de junio del 2019, escrito por Andrea Aguilar, y define la obra del autor, precisa, aguda, el foco en las emociones y la claridad de los sentimientos. Sí que deseo aclarar, que cuando empecé me sorprendió tanto el estilo que acudí a una de mis mejores fuentes, mi amiga y gran lectora Lotte, y sus palabras fueron claras, «la clave de su estilo es la repetición y la aparente sencillez, o te cautiva o te ataca los nervios», y así es. Necesité un tiempo para adaptarme, luego leí su biografía y descubrí algo que me interesó muchísimo. Es considerado como uno de los más grandes dramaturgos contemporáneos del mundo.
                Volví a empezar, no presté atención a ese “dice” que se repetía al finalizar cada frase, ni a la ausencia de signos de puntación, la obra tomó ritmo, un dialogo constante entre Asle y Alide, la escena se hizo visible y el amor de la pareja palpable. Me enganché a su estructura y a la forma de distorsionar la narración. de la esperanza a la desilusión, de aquí a la pena, al abatimiento y de nuevo una caída sin freno a la desesperación. Porque si algo caracteriza a Jon Fosse es la melancolía, con grandes dosis de amor y por tanto un brillo de esperanza, pero el recuerdo constante del momento en el que las cosas tomaron otro camino, cuando todo se torció irremediablemente, lo que pudo ser y no fue. Curioso, sí lo es. Vigilia es un relato cargado de hostilidad, personajes tercos, impacientes, que viven aislados en sus casas cerradas a cal y canto, con esa actitud negativa hacia dos jóvenes que buscan sobrevivir. El lector se posiciona fácilmente, que sobreviva ese amor contra las inclemencias del tiempo, del espacio y de la humanidad. No sabremos todo sobre la vida de estos dos jóvenes, sí lo imprescindible para sentir rabia y tener en mente otra pareja que buscaba cobijo en otro tiempo, en otro lugar y con un hijo en camino. Poco se ha dulcificado la humanidad.
 
                Y Jon Fosse con sutileza va implantado en nosotros pequeñas reflexiones, dejando un poso que perdura tras cerrar la obra. Muy recomendable.
 
  

Según me enteré del ganador del Nobel de 2023, me fui de cabeza a ver su obra, y esta me llamó especialmente la atención.

Estamos ante una historia sencilla, de amor entre dos jóvenes, y su lucha por la supervivencia cuando no tienes nada, pero no por eso es una obra simple, pues la forma de narrar del autor hace que sea de estas obras que lees poco a poco, pues tiene muchas capas y muchos dobles sentidos.

Quizás el quiz de esta obra no sea la historia, sino cómo está contada, porque Jon fosse tiene una particularidad, y es que escribe de una forma muy particular que no te deja indiferente, o te encanta, o no te gusta, y que en realidad leyendo algo y piensas "aquí lo importante realmente no es la historia, podría estar contándome que el cielo es rosa y hay dos elefantes dando volteretas y sería lo mismo, lo que importa es cómo lo escribe."

Nos encontramos con una prosa caótica, que me recordó mucho a las obras de teatro, en el que confundía muchas veces al personaje que hablaba, pues no hay evaluación, es una vorágine de pensamientos y de conversaciones a las que hay que poner orden como se pueda, y vas leyendo e intuyes cosas, pero muchas veces éstas te explotan después sin darte cuenta.

Considero que no es una obra para todo el mundo, pero tanto si es para ti como si no, te darás cuenta en las 10 primeras páginas, porque lo que hay, es lo que ves, tiene un estilo lineal que se mantiene en toda la historia, y que incluso aunque no guste, por lo corta que es, y la historia tan entrañable que cuenta, se acaba leyendo, pues es lo que me pasó a mí, que fui de esas personas que no conectó con su forma de escribir, pero acabé leyendo el libro por lo corto que era, y he conseguido con el paso de los meses, reconciliarme con el, pues te va dejando poso.