Trilogía

El continente parece el envase de un medicamento, el contenido debería recetarlo la seguridad social.

La forma de narrar es como una larga liturgia en la que se repiten palabras y frases intercaladas de reveladores silencios.

Lo contado es sórdido, aunque se inicie con un remedo de la bíblica búsqueda de hospedaje por José y María. Si bien este José no es de los que se conforme con un no y no hay reyes que realicen ofrendas, la historia sí que tiene un algo de cuento infantil para adultos, por la sencillez de su fraseo, por la ausencia de adornos o dobles sentidos, por lo primitivo de unos actos que solo responden a necesidades inmediatas, a miedos ancestrales, a morales inmutables y despiadadas, por un destino marcado por la pobreza heredada actuando de forma implacable, en el que la fuerza de lo inevitable hacen inútil cualquier esfuerzo por evitar la fatalidad, en el que pasado y presente, muertos y vivos, conviven de forma natural y marcan el devenir.

Un Nobel que por esa mezcla de tradición y vanguardia estoy seguro de que me dará más de una alegría en el futuro.