No soy profe, nunca seré profe, sino mujer-profe, que no es lo mismo.
|
No soy profe, nunca seré profe, sino mujer-profe, que no es lo mismo.
|
Toda la libertad de mi vida se resumía al suspense de un sueño de niño por la tarde.
|
Y dónde he leído yo que Virginia Woolf “también” hacía tartas, ves como no es incompatible. Dos horas y media. El crío duerme. Papel, bolígrafo. Cualquier cosa, diario, poema, novela. Miedo a que se despierte [...] La apariencia de la creación.
|
Pero busco mi recorrido de niña y de mujer y sé que al menos una sombra no ha planeado sobre mi infancia, la idea de que las niñas son seres dulces y débiles, inferiores a los niños.
|
Me decía, con los ojos brillantes, «está bien tener imaginación», prefería verme leer, hablar sola mientras jugaba, escribir historias en mis cuadernos de clase, antes que ordenar mi cuarto o bordar interminablemente un tapete. Y recuerdo esas lecturas que ella favoreció como una apertura al mundo.
|
Era magnífico tener una bella historia que me esperaba, hacia los quince años, como la regla, como el amor. Entre todas las razones que tenía para querer crecer estaba la de tener derecho a leer todos los libros.
|
Mujeres frágiles y vaporosas, hadas de manos suaves, pequeñas auras de sus casas… Mis mujeres, las mías, vociferaban todas, tenían el cuerpo descuidado, demasiado pesado o demasiado plano, dedos rasposos, caras sin pintar o, al contrario, maquilladas como puertas, con gruesas manchas rojas en mejillas y labios.
|
Yo también caí en la trampa de la mujer total, orgullosa de ser por fin capaz de conciliarlo todo, la subsistencia, un hijo y tres cursos de lengua francesa, guardiana del hogar y dispensadora del saber, superwoman, no solo intelectualmente hablando, en resumidas cuentas, armónica. Vía libre al lirismo cuando lo demás, la reflexión en particular, ha desaparecido.
|
¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?