No hay nada peor en este mundo que sentirse aburrido –es en ese momento que uno percibe cómo el tiempo se desliza y se malgasta–.
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No hay nada peor en este mundo que sentirse aburrido –es en ese momento que uno percibe cómo el tiempo se desliza y se malgasta–.
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Tal vez el presto se había interrumpido abruptamente, tal vez volvíamos al andante o a algo aún más sombrío, un réquiem para mis ilusiones, un funeral para mis sueños de grandeza.
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Por un instante eterno me sentí sobrepasado de amor por él, (…) por todas las madres del mundo, por todos los amantes que dicen adiós con la esperanza de poder algún día decir hola, decir aquí estamos otra vez.
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Pienso que la respuesta siempre tiene que ver con la música, creo que debemos buscar ahí las respuestas cuando nos sentimos más perdidos, más apenados.
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(…) tal vez en el día mismo de mi nacimiento, tal vez tan pronto como dejé a mamá y lancé un aullido con la esperanza de amansar así con sonidos, el páramo del mundo, había visto a la muerte avanzando ya con el primer aliento y desaliento. Ese grito mío puede que no fuera inspirado por la divinidad, que no fuera concebido en el valle de la belleza, pero fue en efecto la primera vez que desafié al vacío, un modo de posponer el reino de la muerte y socavar su altivez.
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—Nunca dejes que la desesperación deshonre tu garganta —me dijo (…) Y no cejó en su intento de darme valor—: puedes vivir sin tu madre. Todos podemos hacerlo, por mucho que hayamos jurado que no era posible, que era impensable. Pero no puedes vivir, amigo mío, sin tu música. Encuentra de nuevo tu música y encontrarás a tu mamá. Aun si ella no puede, en este momento, oírte. Y además, ¿cómo sabes que no es capaz de ello, de oírte? ¿Cómo sabes si no está cerca de ti ahora mismo y se muere más cada día por falta de tus notas que la acompañen en las últimas etapas del viaje de su alma inmortal? No puedes hacerla tan infeliz, tan solitaria en su muerte —era la primera vez en un mes que pronunciaba él aquella palabra prohibida— cuando fue ella la que te dio la vida, la que cargó contigo, te amparó en su interior como ahora lo deberás hacer con ella, llevarla contigo hasta tu propio día final. Hallarla en tu música ahora y mañana y el día siguiente como un modo de abrir el camino a vuestra reunión final, el encuentro final que todos deseamos. Pero si no empiezas con tal búsqueda ahora, pronto, aquel camino va a desaparecer, se desvanecerá de tan poco uso. Los senderos deben ser trabajados para mantenerse vivos. (…) ¿Qué podría dolerle más a tu mamá que ver que su ausencia te está destruyendo? Y fue así como comencé a recuperarme. + Leer más |
Cinco horas después, mamá había muerto. Le había exigido, de niño, “¿vas a estar cerca, mamá? ¿Siempre estarás cerca cuando te necesite?” Y ella había respondido, una y otra vez, “nunca dejaré de estar a tu lado, Woferl, siempre estaré cerca y junto a ti y siempre te voy a querer, siempre, siempre.” ¿Me lo prometes mamá? Te lo prometo. ¿Una verdadera promesa? Una verdadera promesa, Wolfgang Amadeus Mozart, amante de Dios, destinado a transformar el mundo en un lugar de maravillas. Había hecho pedazos aquella promesa y también mi corazón, mi corazón, mi corazón estaba hecho pedazos, y solamente ella podía componerlo, ella que me había dejado solitario para siempre y siempre amén (…) |
¿Lo comprendería, era capaz de comprenderlo? ¿Que el consuelo y las sombras son inseparables, que la tristeza es nuestro destino fatal si hemos de amar, el precio que pagamos por haber amado en exceso y en profundidad y demasiado bien, que la luminosidad del amor contiene una ciénaga?
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¿Qué más desea un padre de su hijo, sino que ese niño lo supere, honrar la influencia eterna del padre yendo más allá de lo que el padre soñó?
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El cielo es donde todos cantan, incluso los que no tienen voz.
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Los nombres de personajes en un libro aparecen: