¡De qué absurdas minucias dependen nuestros destinos!
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¡De qué absurdas minucias dependen nuestros destinos!
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Hay momentos en que la máxima sabiduría consiste en obrar con el máximo descaro.
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Pero amigos míos, ésa es la suerte del soldado: hoy besos; mañana, golpes; vino de Tokay en un palacio; agua de charca en una cabaña; pieles y harapos; la bolsa llena de dinero y los bolsillos sin una moneda; siempre oscilando entre lo mejor y lo peor, con una sola cosa que nunca cambia: su gallardía y su honor.
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Yo estaba en pie, desamparado, convertido en un húsar a pie, es decir, en la más desgarbada de las criaturas.
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Yo había visto tendidos en el campo de batalla diez mil hombres en todos los grados de mutilación física concebibles, pero aquel espectáculo me había afectado menos que el de estos dos cadáveres mudos, compañeros míos en aquella habitación envuelta en sombras.
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Todo el inmenso mundo parecía una cosa pequeñísima comparado con el amor que ardía en nuestras venas.
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Cada hombre debe procurar salir triunfante en las empresas de amor, y el que pierda la partida podrá encontrar algún consuelo en que quien lo venció sea un adversario cortés y atento.
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El buen soldado debe mantenerse siempre alerta en todas partes y en todo momento, cuando se encuentra en país enemigo.
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Un húsar alegre y gallardo tiene sitio en su corazón para el amor, mas no para una esposa.
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¿En qué año nace este personaje?