Se detuvo un momento ante el portillo del jardín para, atusarse el bigote. Y en aquel instante, un automóvil serpenteó muy despacio, cuesta abajo, y el corazón de una manzana que alguien había comido, dirigido con fuerza, le dio en la mejilla. Poirot, sobresaltado, exhaló un grito de sorpresa. El coche se detuvo y una cabeza asomó por la ventanilla. - Lo siento. ¿Le dio a usted? |