Había una sola persona en la habitación y el único ruido que se oía era el rasgueo de la pluma de esa persona, según iba escribiendo línea tras línea en el papel. No había nadie que pudiera leer las palabras que iba escribiendo. Si alguien las hubiera leído, habría creído que su vista le engañaba. Porque aquello era un proyecto de asesinato, claro y con todo detalle. |