El amor que se le hurtaba ella nunca buscó: creció sin ser querida, aprendió sin que le enseñaran |
El amor que se le hurtaba ella nunca buscó: creció sin ser querida, aprendió sin que le enseñaran |
Y cuando, ricamente ataviada, el cabello suave y lustroso sobre su frente, se sentaba ahí, una especie de día iluminaba lo que ahora parece tan sombrío. |
¡Qué inmóvil parece la habitación solitaria, qué extraña esa masa de tesoros antiguos, recordatorios de placeres y dolores pasados, esos libros con sus broches de piedras preciosas cuyas letras impresas en oro se han desvanecido |
Mientras la vida era para mí brillante y joven, él robó mi juventud, apagó el rayo puro de mi vida, aplastó mi mente y asesinó mi libertad |
Deja que soporte con paciencia mi febril vigilia, agradecida de que nadie comparta conmigo sus sufrimientos. |
Marinero en tierra