(…) al mirarles distinguí dos rostros tan alegres inclinados sobre el mismo libro, que comprendí que, a partir de aquel momento, se había hecho la paz entre los dos enemigos.
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(…) al mirarles distinguí dos rostros tan alegres inclinados sobre el mismo libro, que comprendí que, a partir de aquel momento, se había hecho la paz entre los dos enemigos.
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—Todos hemos tenido que empezar alguna vez, señora, y raro es el que no haya tropezado en el umbral del conocimiento.
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Sus ojos estaban secos, quizá porque ya no le quedaran lágrimas en ellos o quizá por la intensidad de su dolor.
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Le quiero más que a mí misma, y todas las noches rezo para no morir antes que él, por no apenarle. Ya ves si le quiero.
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Se asegura que la víctima persigue a su asesino. Hazlo, pues; sígueme hasta que me enloquezcas. Pero no me dejes solo en este abismo. ¡Oh! ¡No puedo vivir sin mi vida! ¡No puedo vivir sin mi alma!
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Me parece apreciar en la muerte un reposo que ni el infierno ni la tierra son capaces de quebrantar, y me invade la sensación de un futuro eterno y sin sombras. Sí; la eternidad. Allí donde la vida no tiene límites en su duración, ni el amor en sus transportes, ni la felicidad en su plenitud.
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Ni la miseria, ni la bajeza, ni aun la muerte nos hubiera separado, y tú, sin embargo, nos separaste por tu propia voluntad. No soy yo quien ha desgarrado tu corazón. Has sido tú, y al desgarrártelo has destrozado el mío.
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¿Por qué me desdeñaste? ¿Por qué hiciste traición a tu propia alma? No sé decirte ni una palabra de consuelo, no te la mereces… Bésame y llora todo lo que quieras, arráncame besos y lágrimas, que ellas te abrasarán y serán tu condenación. Tú misma te has matado. Si me querías, ¿con qué derecho me abandonaste?
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Esta prisión en que me hallo es lo que me fatiga –añadió. Estoy harta de este encierro. Ansío volar al mundo esplendoroso que hay más allá de él. Lo vislumbro entre lágrimas y sufrimientos,
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"Un hombre sensato debe tener bastante compañía cosigo mismo"
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises