Tambor de arranque

Novela corta sobre el vértigo de vivir sin dispositivos representacionales. La renuncia sistemática a cualquier sistema de creencias tiene un costo muy alto. Bitar se anima. Adiós a cualquier ideología, a cualquier estética, a cualquier moral. Hay también un adiós al lenguaje, al modo Godard. Aunque en Bitar ocurre de manera sutil. Hay imágenes desbordantes narradas con minimalismo. Quizás haya alguna clave en lo que calla, en lo que destruye, en las omisiones. Pienso que existe un mecanismo Bitar, un pase de magia. Mientras la desesperación se acerca, ocurren cosas extrañas. Lo trivial se vuelve especial, pero sin dejar de ser plano. Lo cotidiano oscila entre el aburrimiento y la intensidad filosófica insoportable -monstruosidad que sólo se insinúa en Bitar-. Hay secciones largas en esta novela corta que parecen onirismos, largos bostezos. No son esos párrafos sin fin de Saer. al contrario, siguen siendo frases austeras, pero logran angostar el potencial inferencial del lector. Se desmaterializa el mundo circundante. Pero no es defecto, sino pleno efecto literario, es estilo. Sin suelo bajo los pies, aparece la destrucción. Toma la forma de ruptura de pareja, de soledad, de concreción cotidiana sin salida, de carestía, de sinsentido, de muerte. La muerte accidental de la mascota, una perra vieja, por comer veneno contra cucarachas durante una fumigación me quedó estancada, no se quiere ir. Tambor de arranque no sólo arranca, sino que llega hasta el borde del abismo. Es razonable que cierre con una hoguera. Bitar le prende fuego al mundo, de a poco, una cosa por vez. Es una opción. En Teoría y Práctica, más tarde, explora otro devenir, el surrealismo, la implosión del mundo. Esta novela es ilegible si el lector no está dispuesto a dejar todas sus seguridades en suspenso antes de entrar al libro.

En la parte trasera de este libro aparece un comentario donde se menciona que se aprecian ciertos toques de Salinger. A mí no me parece que haya demasiados guardianes ni campos de centenos aquí (antes lo compararía con una especie de Pedro Mairal opuesto, lo cual no es poco decir), pero sí que es cierto que hay un tono de desasosiego, de vidas tristes y duras, que aparece continuamente en cada uno de los diferentes cuentos que aparecen.

Cuentos que, en realidad, hablan de los mismos personajes pero en diferentes momentos y situaciones. Se unen entonces su significado individual (alguno habla de las relaciones de pareja, otro de los sueños incumplidos, otro del vacío ante lo desconocido) y un nexo común, una sensación de estar dentro de una historia y un mundo que hace que su interés, en mi opinión, aumente.

También muy interesante es cómo la ciudad (y el campo) y sus diferentes paisajes son casi un elemento, porque quizás decir personaje es excesivo, más de la historia. Así, una nueva vivienda, cuya calidez roza la nada y que de hogar tiene poco, es el escenario donde nuestro personaje enfrenta sus miedos y un nuevo comienzo; o una visita por negocios a un pequeño pueblo de ambiente rural se convierte en el escenario donde el protagonista intenta traer un soplo de aire fresco a su (rota) relación.

Una lectura en definitiva interesante y diferente, en línea con Candaya y su línea de literatura hispanoamericana, a la que animo a echar un vistazo a quien no la conozca.

A través de una serie de relatos relacionados entre sí, se va construyendo y dando forma a esta novela corta. Todo gira en torno al fin de una relación y al comienzo de la nueva vida de los miembros de la pareja. El libro rezuma, de principio a fin, soledad, nostalgia y amargura. Los objetos cobran importancia en las vidas de los personajes, como el coche que quieren comprar para mantener a flote su relación o la nevera, cuyo mal olor recuerda a la muerte del padre.

Como digo, es una novela corta, solo 105 páginas, pero no es una obra de lectura rápida. Está escrita para pararse en los matices.

Un excelente descubrimiento esta nouvelle. Genera muy bien los paisajes y define con muy pocos gestos, precisos, las personalidades de los protagonistas. No se regodea en el objetivismo pero tampoco cae en la descripción minuciosa, decimonónica. Logra un tono entre melancólico y patético, especial, muy nítido. Lo rescato más como evidencia de un futuro promisorio que como una obra cumbre en sí misma.

Dentro de una historia de amores y desamores, se van plasmando situaciones cotidianas que marcan esos momentos previos a desmoronarse. Aferrarnos a hechos, seres u objetos aunque interiormente sepamos la verdad, porque a veces, una pulsera no es simplemente una pulsera; una entrada a un museo puede evocarte un recuerdo, a un momento, a una ilusión.

El miedo a dar un paso hacia adelante, replantear la situación desde un punto de vista diferente, nunca vivido, y sin nadie a tu lado. Reconocer tu presente con el bagaje de tu pasado.

He podido leer este libro gracias a @babelioespanol y por fin estrenarme con @edcandaya y ¡repetiré seguro!
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