El Padrino

La primera vez que vi El padrino no debía de ser más que una adolescente. Una adolescente que descubrió, fascinada, una película que, al instante, creyó que había sido creada para dejar al espectador impresionado. Con ganas de más metraje. Con ganas de mucho más.

En realidad, los grandes éxitos del cine -y también de la literatura-, no fueron concebidos como tal. Más bien, nacieron de una suerte de circunstancias que, como fichas de dominó perfectamente alineadas, fueron cayendo, de manera propicia, sobre su compañera, logrando una perfecta armonía. Componiendo la figura del triunfo, la fama, la posteridad.

Mario Puzo escribió El padrino para obtener el dinero que necesitaba para saldar algunas deudas, contraídas por el juego. Sacrificó lo que consideraba, hasta entonces, su ideal artístico para trabajar en una obra comercial en la que depositaba sus esperanzas de hacer fortuna económica. Nunca imaginó que se volvería el título por el que sería más reconocido.

En El padrino (Cult Books, 2021), nos ofrecen un interesante paseo por las dificultades que sufre la creación de la película, dirigida por Francis Ford Coppola quien, a su vez, trataba con ella de afianzar su carrera cinematográfica con la adaptación de la ya popular novela de Puzo. al igual que el escritor, se encontró ante la disyuntiva de correr el riesgo de involucrarse en proyectos más arriesgados y de su gusto, o vincularse a un trabajo mucho más comercial y que le abriría las puertas del reconocimiento popular y de la taquilla.

Logró su meta, aunque estuvo a punto de no hacerlo, ya que la Paramount creía que Coppola no era el mejor candidato para el film y llegaron a tener a otro director prevenido para, en el caso de necesitarlo, que pasara a ocupar su puesto. Además, Francis tuvo claro, desde el principio, que necesitaba contar con Marlon Brando -que no era del agrado de los productores-, así como con al Pacino. El rodaje tampoco resultó sencillo, con las tensiones propias producto de todo lo anterior, y con la presencia de la mafia, especialmente interesada en conocer cómo quedarían retratados en la película.

El resultado de todo ello, cincuenta años después de su estreno, es que continúa siendo uno de los títulos más rentables y reconocidos de todos los tiempos. No solo ha resistido, como buen clásico, durante décadas. También ha dado lugar a secuelas que forman parte de la historia del cine y de la de los amantes de los relatos vividos a través de la gran pantalla.
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